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YERRA MORTAL EN LOS TRES MORROS

YERRA MORTAL EN LOS TRES MORROS

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En estas épocas que los derechos de los animales tienden a equipararse con los humanos, cuando los etólogos afirman con énfasis científico que los bichos sienten y pueden ser o no ser felices a cierta escala, que se cuestionan o prohíben los espectáculos de maltrato de perros, de toros, de gallos, la vieja tradición campera de la yerra o la marcada debe estar siendo revisada. Que te enchufen un hierro al rojo vivo en el culo y que la cicatriz sirva no para definirte sino para definir a tu dueño no les debe caer bien a los animalistas o antiespecistas.
En el campo, sin embargo, la tradición establece la yerra como una ceremonia festiva que dura lo que dura el alcohol y el entusiasmo. El Jueves 2 de Agosto en el paraje los tres Morros unas tres horas de penoso viaje desde Isla de Cañas, los animales de los humildes hacendados que viven en piezas de madera regadas en torno al inhóspito medio selvático fueron estampados a fuego. Acto seguido venía la chupindanga, la cachileada, o la ingestión de un pechito colorao (etiqueta del alcohol) que es el Malbec de los cerros. Dos vecinos, ubicados sus ranchos a unos cincuenta metros, se juntaron en la cocinita del Sixto Catalino Ayarde de 65 años, el Milagro Soto (50) y uno de sus hijos de 12 años. Otros baqueanos habían compartido.


Entrado ya el Viernes los hombres seguían tomando rumiando quien sabe si broncas reales o inventadas por su efervescencia etílica. Un amigo se había llevado el cuchillo de don Sixto luego de un conato de batalla con don Milagro. La macana que se lo dejó ahí nomas en la pieza. Son medio parientes como casi todos en la zona. A la hora de los bifes esa relación no cuenta. Cuenta la furia, la cabeza caliente con la droga legal más nociva. Hay una pelea, parece que el sexagenario cae desparramado por una trompada del cincuentón. Soto camina unos metros y se sienta en un tronco. Ayarde busca su cuchillo para vengar el trompis que lo tiene sangrando de la boca. Le tira y le tira sablazos en un concierto mortal de marionetas que se bandean ora a un lado ora al otro. El tajeado queda sentado, desinflado, ensangrentado, mirando al piso. Llamado por el hijo menor viene otro de 18 años para ayudarlo. Lo ponen en una cama. Ya estaba frío mi papá, declarará más tarde a la Policía, el menor.

“…Esperabas la pena de los crepúsculos
como un viajero que no dejaba de llegar…”
La niebla y el árbol 1               Manuel J Castilla

Luego de la autopsia la familia se lleva a la victima

Los de Homicidios llegan a las 9 de la noche en el carro de un tractor para verificar la escena del crimen. Va criminalistica también. Don Sixto acicateado por una hermana que le dice “hiciste la cagada te tenés que entregar”, lo hace. El Lunes tiene que declarar en Fiscalía. En la autopsia de Soto se anotan varias heridas cortantes en el cuerpo la más profunda en la muñeca por donde se desangró. Se ve que manoteó para protegerse. El presunto autor de su muerte tiene una lesión traumática en la boca. Una caravana de policías y familiares baja cruzando ríos con el cadáver y el detenido. Envueltos en la acústica de la naturaleza. Por tramos se acoplan unos sollozos, unos llantos, unas oraciones.

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