“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar…”
Cantares Joan Manuel Serrat
Pasan y van tirando migas para mantener ocupados a los pájaros y no les jodan las horneadas grandes de la panadería.
Pasan en autos, en motos, a gamba, en camiones, en chatas, en sus tanques, disimuladas en las carrocerías, en encomiendas, por el monte, por las rutas, de día, de noche, las llevan en la panza, en el culo, en las lonas, en los pasillos de los colectivos, en aviones, en gomones, en balsas, pasan en familia, insospechables, en vehículos oficiales, dentro de artesanías, de electrodomésticos, en medio de hortalizas, pasan de a kilos, de a gramos, pulverulenta, líquida, encintada al cuerpo, viejos, chiquitos, madres, autoridades de corbata y religiosos cruz al cuello.
En un siglo no hemos logrado el más mínimo avance en la represión de una actividad que se ha multiplicado exponencialmente tanto el tráfico como el consumo.
Son tantos los casos que una crónica es imposible.
Informando los treinta kilos en el bus encanutan cuarenta en la orilla del Bermejo ciento sesenta y cinco ladrillos con sello oranense en Córdoba y operan a una mula en el hospital con el estómago a punto de reventar de cápsulas de merca .
Anoche mismo abandonaron otros quince kilos en la costa un tramo antes de la junta del Blanco dispuesta en bonitos panes amarillos. ¿Panes o migajas?.