“La última vez que lo vi de cerca fue en la televisión, muerto…”
Los electrocutados J P Zooey

El crimen del “Patilla” Ernesto Bautista Rojas (55) uno de los indigentes del enclave turístico del Cruce de Pichanal esta resuelto. Apareció con la cabeza rota por un pedazo de concreto las vísperas del día del padre.

En un entorno oscuro hecho de viajeros, de, y a, todos los puntos cardinales del mundo con sus noches densas de camioneros alzados y prostitutas de sexos diversos y sus días de posada, de fonda, donde recalan pescadores que buscan anguilas y víveres, los narcos que pasan camionetas a la banda, los delincuentes melancólicos que vienen por la fiebre de la droga libre mimetizados con los changueros de las fincas que esperan al alba comiendo empanadas fritas en algún ambulante donde la coca de coquear se vende más que la Coca Cola refresca mejor y el vino de piturro sale en vez de agua de las canillas como, decían, en la casa de Horacio Guaraní, todo enmarcado por la Misión San Francisco de un lado y la vieja Villa Rallé del otro y sus barras de changos marginales atontados por la droga que acechan entre en gentío de paso.

Uno de ellos fue el asesino escrachado por la cámara del 911 saliendo de la garita de remises de la Colonia donde quedó Rojas a la hora que la forense estimó su muerte. Al parecer el chango venía molestando por los locales exigiendo cigarros y comida con su madre y otros parientes que le rogaban dejara de joder. Hasta la garita, en la que, es dable imaginar, se cruzó con el indigente golpeándolo con lo primero que encontró a mano.

Hubo un identikit y un trabajo obsesivo de los de Homicidios en un lugar donde nadie ve ni sabe nada y menos para la Policía.

Con Julio vino la detención de un chico de 17 años del tercer loteo que confesó sus culpas. Lo apodan “Tito”. Dijo que el Patilla le quiso robar pero un testigo que lo vio bolsiqueando al hombre caído, parece decir que fue, exactamente, al revés.