“Ladrones, locos, asesinos, prostitutas. Todos somos iguales. Yo, Erdosain, el Buscador de Oro, el Rufián Melancólico, Barsut, todos somos iguales. Conocemos las mismas verdades; es una ley: los hombres que sufren llegan a conocer idénticas verdades…”
Los lanzallamas Roberto Arlt
Hay pobrezas y pobrezas. Muy diferentes. La austeridad del campo, del ranchito humilde, no se compara con las carencias de la gente de un barrio urbano marginal, de una villa, pegada a la sociedad de consumo que impone etiquetas y celulares para todos, para los fumancheros de la villa o para los Rotarios de las mansiones, cada cual con sus fotos unos contra una cerca fumando un porro con cerveza y tatuajes y otros en una isla del Caribe fumando un porro y tomando una cerveza con tatuajes chetos.
Los pobres urbanos que se dan a la vagancia y a los estimulantes para salir del aburrimiento que significa no hacer nada, integran las tribus de delincuentes en las que la violencia es el modo de relación y todas las formas de robo exitosas una forma de vida. Por supuesto son odiados, discriminados y perseguidos. Nadie acepta que le arrebaten a un laburante lo que le costó ganar o que lo maten. Las vidas de los marginales adictos y ladrones está llena de tragedias. Una gran parte o termina muerto o preso que es más o menos lo mismo. El barrio Palmeras de la Colonia es pobre y marginal. También los más modernos asentamientos Nueva Esperanza detrás del Jesuitas y el loteo Reyes donde muchos han migrado.
El pasado Sábado 9 de Junio el cuerpo del “Pinocho” Sergio Emanuel Andrés (23) apareció muerto de cuatro puntazos (tres en el tórax uno en la espalda) en la entrada de los asentamientos. Los locales supieron rápido que el homicida era un chico de 17 años, un tal Lengua que fue entregado por su madre a las ocho de la noche.
Recogieron el cuchillo en los pastizales donde dijo haberlo tirado, su ropa ensangrentada de su casa y certificaron su boca hinchada de un ladrillazo. Sumario Penal 35/19 por homicidio, completo. El precoz asesino fue al centro de menores en conflicto con la ley Penal frente a la cárcel grande de Orán.
Es el hermano de la Vanesa Rivero aquella mamá de 16 años ametrallada por el finquero boliviano Gabriel Alvarado en Diciembre del 2015 cuando tomaban y se drogaban junto al Coki su primo (también muerto) que esa tarde había asaltado a los finqueros, hermano de uno de los lugatenientes del Pichi Costas cuando la banda asolaba la zona y emparentada con el Teletubi, otro de los del Pichi preso hoy y mil veces. Si no nos acordamos mal, era un nene de 13 en esa época, fue el que nos dio la única foto que tenían de Vanesa de chiquitita un poco rota y ajada que sacó de una vivienda hecha con plásticos negros donde vivían en la calle el Talar al fondo de Las Palmeras.
