“-Entregue su cabeza- dijo una voz suave.
-¿La mía?- pregunté, con tanto miedo que a duras penas me oía a mi mismo.
-Claro ¿cuál va a ser?…”
La mancha indeleble       Juan Bosch

Una cosa es vivirlo y otra, contarlo. Por más esfuerzo retórico que pongas, por más empatía, por más artilugios del lenguaje que inventes, el cuero es el cuero. Vale más que mil palabras. Trataremos. Somos Victor Ricardo, un hombre de 34 años de barrio Aeroparque que hoy madrugando salió por la calle Corrientes y encaró una Palacios solitaria. Divisó que dos changuitos de mal aspecto y caminar descompasado propio del alcohol o algún otra pichicata venían por la misma cuadra en sentido inverso. En metros se cruzarían. Habían salido del pasaje Tradición.

Cuando uno sacó un cuchillo lo que era inquietud se transformó en miedo. “DAME TODO LO QUE TENGÁS” dijo el armado, apuntandome. “No tengo nada” le mentí aterrado y me di a la fuga como si yo fuera el criminal y no ellos. Ya habían visto mi celular. Fue una correteada enloquecida que si hubieran sido mis hijos los enfrentaba a chancletazos. O les daba unos bofetones para que aprendan que robar es malo. Y peor, si hubiera portado un arma pudo ser una masacre de la impotencia y el terror y fue que sentí el ardor del filo cortando mi dedo índice de la mano izquierda y solté el teléfono para pararme la sangre con la otra mano mientras veía y la puta madre que los recontra mil parió que se llevaban el aparato con mis mensajes, mis contactos, mis fotos y una parte de mi vida que estaba seguro les importaba un carajo e iban a cambiar por droga en menos de media hora.

Victor Ricardo llegó al hospital sangrando para recibir sutura en su dedo y vendaje en su mano cortajeado por los ladrones. Según la Policía era el tercer robo de las mismas características en el mismo radio, siempre dos a punta de cuchillo. Son menores, van a entrar por una puerta y salir por la otra. Qué terrible bronca. Todos somos Victor Ricardo.