

Este mediodía enterraron a Henry Perez en un nicho provisorio del cementerio municipal.


Una mezcla de dolor y bronca se dibujaba en el gentío que lo despidió. No hubo distanciamiento social, hubo acompañamiento.


Todos eran los padres, los hermanos, los hijos y los amigos llorando juntos. Emocionados con el llanto de mamá Hilda y las palabras de consuelo del cura frente al féretro.


El calor era agobiante, el dolor también. Hubo chicas desmayadas y movimientos para darles aire y abanicarlas en medio de ese no querer terminar de decirle adiós a un ser querido. Dejarlo solo.


Mientras tanto el misterio de su asesinato continua en investigación.

 
		
					
	 
			 
			 
			 
		 
		