La cosa es estar alerta para ayudar a la gente despojada de sus cosas por desconocidos, a los que no les hicieron nada, a los que no les deben nada, soportando el peor de los malos modales que es un cuchillo en la mano y el santo seña tumbero que si no me das el celular, la cartera, la ropa, o el perro, te mato. Esos desconocidos que asaltan a mujeres, y ya que estamos niños, y ya que estamos inválidos, y ya que estamos abuelitos, cosa de no correr riesgos, de no enfrentarte a un igual que por ahí te caga a trompadas, de saber que una adolescente ante un arma lo más que puede hacer es llorar o gritar, o las dos cosas juntas como debe haber hecho al mediodía de este Lunes, María L, una chica de 18 años, asaltada en la esquina de Eduardo Arias y Colón. Es de imaginarse la impotencia a esa hora con los autos y las motos pasando y el tipo que en un segundo la inmoviliza de miedo y le saca no solo su teléfono, sino sus amigos, sus contactos, sus sueños, sus gustos, sus fotos, sus recuerdos, sus amores y sus odios, íntimos, personales, biográficos, que están hoy por hoy en todos los aparatos. Tuvo una suerte que, lamentablemente, no es de todas las victimas de bandidos, que andaba una patrulla de la Policía motorizada, esos de los cascos negros y las motos negras, que pasan en pelotón, en formación, alertas, y tuvo una segunda suerte de la gente que se involucró y les indicó para donde había corrido el caco que a dos cuadras estuvo rodeado, cercado, atrapado e impedido por el mismo terror que su victima había sufrido unos minutos antes, a presentar batalla con el cuchillo. Con la chica indefensa si, con los policías, no. Se dió preso y cacheado apareció el celular robado y el cuchillo de cocina usado para obtenerlo y fue identificado como Angel Armando Galarza (27) de barrio Mitre, vecino de sonados delincuentes, que nunca son buena junta. El final feliz, si es que se pudiera hablar de finales felices para estos asuntos que te dejan un trauma de salir a la calle, que a veces si no es por tu familia o algún psicólogo que te ayude a superarlo, te dura una banda, fue la recuperación del Samsung. En los Juicios cuando es necesario revivir los hechos se nota lo mal que te deja este tipo de experiencia. La desesperación. El llanto. El miedo.

“Lo insulté hasta que no pude encontrar nuevas palabras, y usé todas las maneras de humillarlo que se me ocurrieron

hasta que quedó indudable que él era un pobre hombre, un sucio, un canalla y un ladrón…”
Esbjerg en la costa Juan Carlos Onetti
Para el tal Galarza, por esos recodos polémicos de la leyes penales, que la Policía haya actuado con tanta prontitud y eficacia, lo puede BENEFICIAR. Agarrarlo sin que haya podido disponer libremente del bien afanado reduce el robo calificado por arma al grado de tentativa. Se verá qué hace la Justicia.