“Lo ocurrido esa noche fue al día siguiente tema de conversación de toda la ciudad.
Los Jueces dieron orden de prisión para Coppelius, a quien todos
acusaban de asesino…”
Coppelius E T HoffmannLa calle donde Mariela jugaba sirve de límite entre la ciudad y el campo. Más allá de su casa se extienden fincas y monte. En una de esas fincas trabajó, durante cinco años, Angel Figueroa (a) el negro. Fue sereno y cumplía tareas generales. Su agresividad y descontrol provocados por el alcohol lo dejaron sin trabajo. La propiedad es de Héctor Bruno. Llegamos allí.
Nos informan que Figueroa ocupa unos terrenos monte adentro y que es muy peligroso “si está sobrio no hay problema pero si está machado es muy agresivo”. Agregan un comentario “cuando supimos lo de la chica dijimos todos: fue él…”. Con todo nos internamos en el monte espeso que separa las fincas, seguimos un estrecho sendero entre la vegetación y luego de cien metros salimos a una especie de camino desde el que podía verse, al oeste, el barrio 1 de Mayo. Más adelante una senda se abría dentro de una plantación de cítricos. Luego de varias curvas vimos un espacio de cultivo con una cerca de ramas. Después, un charco de agua barrosa, una silla, un fuentón de lata y más atrás un rancho de palos con ropa colgada. Ese debía ser el lugar que buscábamos.
No parecía haber nadie. Le pedimos al padre de Mariela que se aleje para no ser reconocido. Golpeamos las manos, gritamos y nada. Sacamos algunas fotos. Ibamos ganando tranquilidad a medida que nos retirábamos pero luego de la primera curva una persona nos enfrenta machete en mano. Le preguntamos si es Figueroa. Nos responde afirmativamente. Nos presentamos como periodistas en un clima bastante tensionado. Figueroa deja el machete en el piso y empieza a hablar.
Yo no tengo nada que ver, no me meto con nadie. Vivo aquí y práctica mente no voy a la ciudad, solo al almacén. La Policía vino a buscarme y me tuvieron adentro más de un mes. Hurguetearon toda mi casa. Cuando volví me habían robado todo, hasta unos patos que tenía. Lo que no me robaron se lo llevó la Brigada, lo tengo que ir a buscar.
Nuestro interlocutor es una persona de gran fortaleza, tiene una boina gastada con una insignia al costado que parece militar, una camisa vieja, abierta y un rosario de cuentas blancas sobre el pecho. Habla abriendo poco la boca, de manera ruda, sin lagunas. No sostiene mucho tiempo la mirada.
Dice que en Tucumán trabajó para el Ejército en las “volantas”. Que vive en terrenos de la Policía, cuatro manzanas que compraron los suboficiales. Que cuando fueron a detenerlo les dijo: ¡si ustedes me conocen! ¿para qué me llevan?. Que le preguntaron sobre la locutora (SIC) de la radio (Liliana Cazón operadora de radio). Que lo querían vincular con la agresión a otra señora del barrio. Dice que lo dejaron libre porque es inocente. Cuenta que sobre Mariela no le preguntaron casi nada, solo si había escuchado algo ese día.
¿Y las cosas aparecidas en su vivienda? la bicicleta, el fierro, el recorte de diario, el pañuelo de mujer. La bicicleta la armé hace poco con cosas que me regalaron. El fierro doblado era para hacerle un soporte atrás, el diario lo había dejado un amigo.
En cierto momento Eufemio (Kelo Torres) se acerca. Figueroa lo reconoce: usted es el padre… sí, usted me conoce. Si claro que lo conozco, y se acuerda cuando iba a mi casa y le dábamos pan, se acuerda cuando doña María (la esposa de Figueroa que murió quemada) nos pedía para remedios. Si, me acuerdo. ¿Se acuerda de mi hija?. Sí, la gordita, sabía que a la chica la han muerto pero yo soy incapaz de hacer una cosa así. ¿Usted la conocía?. Yo la conocía, la veía cuando tocaba el piano, acá vienen chicas a buscar naranjas y yo las ayudo, a veces me piden para hachar leña y lo hago, si me dijeran a un hombre puede ser, pero a una chica no, yo no la he garroteado. ¿Usted no vio ni escuchó nada?. No por acá no pasan, los autos se escuchan lejos.
Le preguntamos si cuando toma se acuerda de lo que hace. Dijo que toma ahí, con algún amigo, cuando hacen asado y después se duerme.
Al rato volvíamos por los senderos ocultos del monte con la sensación de que pudieron esos los mismos caminos que el asesino y su victima recorrieron en Diciembre. Del rancho de Figueroa sale la picada que pasa por donde el cuerpo fue hallado, la distancia es de doscientos metros. Él la utiliza para buscar agua.
No es difícil asociar a este personaje con el crimen. De hecho su prontuario registra acusaciones gravísimas. Sus ex patrones y otros vecinos certifican su agresividad. Liliana Cazón lo identificó como su asaltante en una ronda de cinco presos. A todos les pusieron la boina blanca que la operadora de radio dijo que tenía su atacante. La chica no dudó y señaló a Figueroa. No pudimos averiguar porqué el Juez Blanco lo liberó.
Datos y sensaciones se mezclan cuando dejamos la zona. La historia que puede construirse ¿cuan cerca estará de la verdadera historia?.
Los comentarios recorren las calles. Todos tienen algo que decir, que el asesino es tal o cual, que no investigaron esto o lo otro, que están tapando lo de más allá, que el culpable es un niño rico, que es un loco que lo confesó a sus amigos una noche de borrachera, que es un ex policía, que nadie hace nada, que la Justicia es totalmente ineficaz, que no tuvieron en cuenta el testigo éste o aquel, que un auto rojo, que caballos.