Mario Valdez fue muerto de un tiro en la nalga el Domingo del padre a las once de la mañana a sus 51 años en la esquina de la sede de Drogas Peligrosas del barrio Mitre por uno que bajó de una Toyota negra desinteresado de los testigos a los que asustó con la pistola humeante y luego de andar comprando asado en la camioneta por la Esquiú. Dato que hace suponer más un trabajo de drogados que de sicarios normalmente atentos a su impunidad.

La ubicación del balazo fue en un primer momento la sien de donde le brotaba copiosamente la sangre al llegar al hospital. Con la autopsia esa presunción cambió. En realidad tenía un culatazo. Afín con la historia que los vecinos relataban había caído al piso gritando contra el que quería en apariencia secuestrarlo y allí fue impactado. El plomo luego de un trayecto devastador se atoró en el estómago de donde lo extrajo el forense.

Mario Valdez era el Chapaco Marcelino Mario Valdez Cari un chofer Tarijeño al que en Octubre del 2014 detuvieron en su camioneta Amarock junto a tres personas con 61 kilos de cocaína.

Figuraba primer sospechoso en el expediente federal FSA 14023/14 por infracción a la ley de estupefacientes. Junto a sus connacionales Atenor Areco, René Torres y el Goyo Federico Lopez. Falto de mérito el ex Juez Raúl Reynoso le dió la libertad el 19 de Marzo del 2015 y al mismo tiempo se cavó la tumba porque su cuñado Eladio Yeyo Gaona (hoy con pedido internacional de captura prófugo en la causa por prevaricato coecho y asociación ilícita por la que Reynoso fue condenado a trece años) andaba en la Amarock de Valdez en teoría entregada junto a trescientos mil pesos por su libertad.

Sus abogados, por orden Lucinda Segovia y luego Enrique Romano, también sufrieron las consecuencias siendo imputados supuestos socios del Juez aunque en unos meses sobreseídos. La Cámara federal por su parte anuló el cuestionado dictamen.
Valdez vivía a media cuadra de la despensa de Martín Fierro y Bustamente frente a la cual lo mataron. En su época tenía un kiosko hoy una casa linda dos pisos en la ciudad oculta de la manzana pegada a Madereros sobre la salida de la calle principal.

Lo primero que la gente de homicidios recogió fue el papel que un curioso anotó con la patente de la Hilux. Además de las fisonomías del asesino y sus compañeros. Eran tres, quizá cuatro. Como si fuera un eco en la Policía sonaba el apodo “Chini” un prontuariado que vive muy cerquita visto bajando del vehículo que huyó hasta la Pueyrredón y retomó esa dirección por la Belisario Roldán para perderse en el Taranto. La titular era una mujer que esa noche llevó a la gente del GAP donde lo guardaba. Era en un garage ubicado en diagonal a la casa del prófugo Gringo Cristian Palavecino de la causa de los sicarios. A la pelotita. Aparecía el socio dilecto del Coya Rojas. En el asunto se respiraba cocaína.

Criminalistica encontraba una bala en la Toyota y la casa de Palavecino era allanada el Lunes con el secuestro de una pistola 9 mm y un rifle pero sin la memoria de las cámaras de la puerta convenientemente desaparecida.

Para ese entonces ya tenían identificado un segundo sospechoso. Era el hijo de Mac Giver Diaz el “Cabezón” o “Cabeza”o “Ale” Oscar Alberto Alejandro Diaz (25) prófugo tanto en la justicia federal como en la provincial.

El tercero era fácil, tenía cédula azul para manejar la camioneta y amistad con Cabeza. Cristian “Tontín” Fernando Parada (28), primo de Diego Alfredo Parada (34) asesinado por motosicarios en Octubre del año pasado y casado con la mujer condenada por el homicidio de Maxi Gutierrez en el 2013.

“Chini” era Manuel Ramón Porcel (34) mucho tiempo preso por la muerte de Exequiel Garzón y delitos contra la propiedad.

Decían que unos días atrás ya habían interceptado un auto y le habían sacado varios paquetes de droga. Trabajos que no admiten denuncia pero si venganzas.
Puede que el trío, o cuarteto si es que estaba Palavecino, se haya cruzado con Valdez, parte de esa galleta inextricable de la droga en Orán en la que las deudas se pagan con sangre.

De la Policía se filtraba la nota de Graves atentados con sus caras de buscados. Tienen la campera y la billetera de la victima.
Alguno podría entregarse mañana o pasado.

Mientras y durante el Juicio al Coya Rojas, ponderado jefe de la banda desde la cárcel, por pagar la muerte de quienes lo traicionaron.