“Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.
Se despertó el bien y el mal
la zorra pobre al portal,
la zorra rica al rosal,
y el avaro a las divisas…”
Fiesta Joan Manuel Serrat
Como del amor al odio, de la fiesta a la tragedia, hay un paso. El fervor, sobre todo si te pasás de tragos o de estimulantes, te puede jugar en contra. En cada Pinturita, impuesta obligatoria para multitudes en los carnavales, el aparato sanitario está en alerta. Igual en los Pimpines. Multitudes enardecidas de alcohol no tienen buen pronóstico. A la hora del bajón alguno se desconoce.
El primer domingo de Marzo puerta de ingreso a los feriados de los carnavales oficiales que nosotros venimos celebrando desde Enero, la Guardia del hospital fue un infierno por dos chicas que ingresaron convulsionando del Gigante y era un coro de insultos y amenazas entre pintarrajeados borrachos que apareció un batallón de policías por si se armaba la gorda.
Un poco más tarde traído de la Misión San Francisco bajaban de una ambulancia a un vecino con una puñalada en el pecho. Según una versión sin confirmar al agresor ya lo tenía la Policía de Pichanal tras descolgarlo de una tentativa de suicidio en su casa al parecer agobiado por las culpas. Y por el alcohol.
Al fin y al cabo la celebración de origen cristiano permitía los excesos y los placeres para luego con la cuaresma renunciar a ellos, es decir volver a ser angelitos. Algunos no pueden volver porque no los suelta el carnaval y eso que insisten ¡soltáme! ¡soltáme! y no hay caso.