“He maldecido la sangre que usted tiene de mí. La parte que a mi me tocaba la he maldecido. He dicho -¡Que se pudra en los riñones la sangre que yo le dí!…”
No oyes ladrar a los perros Juan Rulfo
Las tensiones en el seno de una familia pueden llegar a cotas tenebrosas. Nadie, sino cada uno de los integrantes y su particular modo de ver y sentir, saben lo que se esconde detrás de las bambalinas de entrecasa. En las historias míticas de los primeros Dioses homoformes las familias son un desastre. A ver cual más degenerado. Se violan, se matan, se mienten, se secuestran. Son caníbales y psicópatas. No hay padre, hermana, tío ni abuelo, sujetos todos a las más denigrantes pasiones y carne de cañón más tarde o más temprano. Imaginate el hogar de Zeus, nacido de haber matado el hijo al padre haciéndolo vomitar antes a los otros hijos que se había morfado al tuco y pesto ni bien nacidos con una abuelita que había dado a luz al abuelito con el que acto seguido tenía relaciones y quedaba embarazada y uno de su prole castraba a su padre, se casaba con la hermana y tenían al jefe máximo del Olimpo que no le hacía asco ni que fueran recién nacidos o viejos a punto de morir o vacas en un corral o cisnes en un estanque o sus propios erómenos, mancebos jovencitos que lo complacían puertas adentro, en un mundo sin concierto en el que te criaban las cabras y te daban de mamar las lobas y en el relajo de poliamores nacían engendros mitad hombres mitad bestias y no te podías dar vuelta en la cama que ya tenías un violador encima que era tu padre, tu tío, tu abuelo o tu hijo, a saber el que estaba más cerca de tu gineseo. La civilización redujo los peligros intrafamiliares pero los dramas siguen.
Para Diciembre del 2017 una chica de Pichanal denunciaba a su padre como el que le había metido el pene en la boca a su hijo de tres años. Dijo que lo recelaban ya que a sus muchas hijas las venía manoseando de chiquitas. Ese día ella lo vió mirarla mucho desde el cuarto en el que estaba con sus dos nietitos (3 y 1,8 años) y al ir a ver lo encontró acomodándose el pantalón y la criatura arrodillada en la cama tocándose los labios. “El abuelo me metió el pito en la boca” dice que le dijo.
El Chompo Isidro T R de 61 años llegaba hoy, Miércoles 23 de Enero, a Juicio en la Sala I a cargo de Edgardo Laurenci por el delito de abuso sexual con acceso carnal (la ley establece penetración sea vía vaginal, anal u oral) triplemente calificado por el vínculo, la guarda y la convivencia. Hace 40 años cumplió condena por una tentativa de homicidio. Es padre de 11 hijos y hace trabajos de albañilería.
Negó de manera tajante la acusación. “Es mentira”. Explicó que cuando la hija entró se estaba arreglando el cierre y eso generó el malambo. Entendía que las hijas lo denunciaban porque SE QUERÍAN QUEDAR CON SU CASA y lo que las ultrajaba de chicas era un invento.
Su hija fue la primer testigo. Repitió lo de la denuncia, lo desdijo que “siempre fue así de manosearnos” y en un enroque manifestó que EL INVENTO ERA QUE LO QUERÍAN CORRER POR LA CASA. El Juicio va a continuar el Lunes 28. Las pruebas no sobran es como que se enfrentan dos relatos caseros igualmente enfermos. Uno: que el abuelo haya ultrajado al bebé. Dos: que sus hijas quieran mandarlo toda la vida a la cárcel para quedarse con la casa. No es mitología. Es actualidad.