“Es una confusión” mintió con descaro César “Cesitar” Martinez (23) en el Juicio que se celebraba en su contra un año y tres meses después que el Sábado 5 de Agosto del 2017 asaltara totalmente drogado y con una violencia exasperante a una abuela de 66 años descolgándose en su casa frente a Gimnasia, para completarla, con un alucinado interés sexual. Le robó cien mil pesos que la hija gendarme le había mandado para la compra de un vehículo. Su defensa era mandar a perder a un delincuente amigo ya que él nunca había usado una campera verde Adidas que decía la señora tenía el asaltante. El otro sí. Lo supo, aseguró, en la cárcel, por otros malevos charlatanes que iban entrando. Además ese día su ocupación fue drogarse en continuado, nada más. Ni nada menos. Un angelito. La patraña se vino a pique cuando la Fiscal Alda Murúa le mostró una foto de su Face de aquella época ¡con la campera verde puesta!. La ley te permite mentir a tu favor pero no dice nada sobre el dolor de estómago y la impotencia que esas mentiras provocan.
Adela, la víctima, que es un poco corta de vista, no necesitaba anteojos de culo de botella para acusar a Martinez, es vecino de la vuelta, lo hubiera reconocido con una venda en los ojos. En el debate lo confirmó. También las dos costillas rotas que le dejó, los tajos en los brazos, el ojos en compota y la boca casi rota de torturarla para que dijera dónde estaba la plata. A más de su estado catártico de adicto pasado de pichicata, sus lances de degenerado al tirarla en la cama, su cuchillo y su despedida hija de puta con un “te perdono la vida”. Recordó que fue a verla el muy maula para “aclarar” el asunto y que ella le dijo que si quería aclarar algo fuera a la Policía que lo estaba buscando, la respuesta fue una canchereada “no me importa yo tengo una tía que tiene mucha plata y me va a sacar”. Delante del Juez el ladrón aceptó haberle dicho eso. La tía ni siquiera fue a las audiencias que terminaron el Jueves pasado, 15 de Noviembre.
“Por consejo del abogado, los miembros del ayuntamiento estudiaron la posibilidad de procesarlo por un delito menor, el de hacer circular informaciones infundadas con gran perjuicio para la paz de la comunidad…”
La muerte repetida Nathaniel Hawthorne
La Fiscal pidió siete años de cárcel y el nada confiable Juez Edgardo Maldonado, aquel que hizo meter preso con falsedades al profesor Gustavo Alvarez porque le puso una mala nota y le llamó la atención a su hija y que logró con sus amigotes de la Justicia ser ascendido en vez de ser echado que es lo que hubiera correspondido. Te cuesta aceptar que imponga justicia un tipo capaz de esas conductas. Y no vamos a hablar del autoritarismo y maltrato a los testigos con que maneja los Juicios a lo que nos abocaremos en otro libro.
Por eso cada vez va menos gente a los Juicios, no solo por ser una pérdida de tiempo, sino porque si no decís lo que el usía quiere escuchar te maltratan y amenazan de la forma menos elegante. Se sienten amos del mundo.
Falló el mínimo, cinco años de prisión efectiva por robo calificado, sin tener en cuenta nada de lo que sufrió la señora. Así está de peligrosa la calle y así la Justicia en Orán.
