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LIBERTAD SEXUAL – SEXO AUTOPERCIBIDO – EXTRAJERON A RUDO CHAQUEÑO UNA TERMINAL DE CAÑERÍA DE LA COLA

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“Explicó el capitán que se refería a los bujarrones,
a los tipos que la recibían -por el orificio más sucio-
aclaración absolutamente superflua a juicio del acusado…”
Noticias Secretas de América          Eduardo Belgrano Rawson

Las voces engañan. Una gruesa, en apariencia de macho cabal, puede esconder una mansflora. Ni la barba ni los bigotes son crédito hoy de masculinidad. Los que se muestran más recios por ahí en vez de un cigarro te piden un beso. No se salvan ni los gauchos más gauchos de la Pampa. No sería raro, tradicionalmente han usado bombachas los muy putones. Y si alguien piensa que nuestros bravíos chaqueños que te pasan a baraja por una vaquillona están al margen del asunto es porque aún no ha leído esta historia. Sucedió en Orán, no diremos cuando ni identificaremos a sus protagonistas, pero consta en el libro de guardia y en una toma fotográfica.

El hombre entró al consultorio con cara de pocos amigos. Gesto adusto, de líneas y pliegues duros, cincelados en las inclemencias del campo, cincuentón, rústico de gestos con el vozarrón de un gaucho con las bolas bien puestas. Venía del Chaco Salteño aquejado de un mal que explicó del siguiente modo: “Hace cinco días que no puedo ir al baño doctor!!”. El taponamiento podía deberse a múltiples causas razonó el profesional mientras iniciaba un cuestionario de rutina. Sentía dolor en la zona del abdomen refirió el paciente con botas de cuero y pelo en pecho. Era protocolo mandarle a hacerse una placa radiográfica para ver que cornos lo estaba obstruyendo. Así se hizo.

El radiólogo llamó al médico apenas puso a transparentar la placa. “Mirá…!!” le dijo con asombro señalando una sombra negra en la imagen. “¡A la mierda!” se escuchó. El objeto era importante y estaba alojado en el intestino grueso ingresado por equívocas partes. A través del ano y el recto. Se le había perdido por atrás dicho de una manera coloquial. El gaucho ni se inmutó con la novedad de lo que tenía metido allí donde le dije. “Es que me fui a caer justo sobre ese coso y se fue pa´adentro” argumentó con un tono no tan cabrío ni tan de pulpería ni tan de ciudado todos contra la pared del principio. Sonaba a lo que el gran César recitaba al entrar en la ciudades romanas rendidas a su imperio: “Atención que aquí llega el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres” porque el bueno de Julio ajustándonos a una verdad de la Historia daba y recibía por partes iguales.

Ante el peligro que el ovni anal rompiera los intestinos en su viaje de succión la conducta médica apropiada era sacarlo. Por arriba era imposible llegar. Debía ser a posteriori, contra natura. Tal como había entrado. Lubricado que fue el conducto con unos litros de vaselina debió soportar el accidentado que le introdujeran una mano que le maniobró dentro un buen rato hasta que la punta de los dedos tocaron el adminículo, lograron asirlo, y sacarlo con un cuidado de joyero. Era la tapa a rosca de una cañería plástica. “La próxima vez atale un hilo para que te la puedas sacar” se murmuró con malicia por lo bajo.

El gaucho se las bancó como todo un hombre. Agradeció con una voz oscura, de aguardiente. Grave con énfasis. Se puso el sombrero dio media vuelta y partió. El profesional observó en su andar un movimiento de glúteos provocativo y no pudo menos que sonreír cuando volviendo la cabeza le sopló un besito de trolazo enamorado insólito para su figura viril. “Las apariencias engañan” pensó.

El hecho no fue ficción, en la edición 294 de Febrero del 2011, publicamos la prueba (recién extraída).
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