“Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos…”
El almohadón de plumas      Horacio Quiroga

El miedo nunca será buen consejero. Desde el coronavirus vivimos bajo su influencia paranoica. En París, en Nueva York, en los pueblitos perdidos de la argentina. Del patapila al oligarcón.

No queremos al bicho ni a los portadores del bicho ni a los que han estado cerca del bicho, los infectados andan igual que los leprosos en la Edad media signados por la ira de Dios y el rechazo general.

Para estas horas en Orán es comentario la llegada de posibles avirusados venidos de la provincia de Río Negro, gente que trabaja en la Expofrut de Choel choel una multinacional muy nombrada en el 2011 cuando uno de sus trabajadores oriundo de la Misión Cherenta de Tartagal fue detenido y desaparecido por siete policías que lo sacaron de un boliche (Caso Daniel Solano).

Nosotros somos vírgenes no queremos lola. No pasarán, fuera bicho. Ellos los migrantes también están aterrados.

En Lamarque una localidad del valle medio, tomatera, a 18 kilómetros de Choel choel, vive la familia del Oranense Pedro Sebastian Gutierrez (39) hace trece años. Hoy declararon el cierre sanitario con doce casos de coronavirus positivos. Cuenta el nacido en Hipólito Yrigoyen junto con dos de sus hijos que el ministerio de salud ha actuado tarde y mal. Son unas once mil personas. Está el ejército. No entra ni sale nadie. En Choel choel ya hay tres muertos. No hay testeo.

Tienen la pandemia instalada. Todos estamos igual. Cagados en las patas.