“Nos permitimos comunicarle que daremos un pasaporte, desde este Valle de Lágrimas, al comisario Bying, con quien, a causa de nuestras atenciones, usted llegó a relaciones tan estrechas. Acostumbra estar en su oficina a esta hora. Mientras usted lee esta carta, respira él su último aliento. Cordialmente Los Sicarios de Midas. Corrí al teléfono. Grande fue mi alivio cuando oí la simpática voz del comisario. Pero, mientras hablaba aún, su voz en el receptor terminó con un estertor, y oí, apenas, la caída de su cuerpo. Luego una voz extraña me dio los saludos de los Sicarios de Midas, y cortó…”
Las muertes concéntricas Jack London
En los tiempos modernos los sicarios florecieron con la prohibición del alcohol en los Estados Unidos. Tercera década del siglo pasado. La Cosa Nostra de la venta clandestina tanto necesitaba de estos trabajadores calificados que se formaron empresas con oficinas que vos ibas y pedías tarifa por bajar tal o cual muñeco. Te hacían precio por cantidad y si caminabas un poco conseguías más barato. Un montón de asesinos a sueldo quedaron en la historia, eran tipos poco confiables y peligrosos en varios sentidos, el Salvatore “Sammy Bull” Gravano que mataba para las logias de Colombo y Gambino, terminó siendo soplón de la policía y solo cumplió un año de cárcel.
En Orán los sicarios también llegaron con el crimen organizado hijo de la prohibición de otras drogas menos nocivas que el etíl, la marihuana y la cocaína. No fueron Italianos sino viejos ladrones de cuarta los que armaron la mafia local y del enfrentamiento de bandas de traficantes que se mejicaneaban cargas surgió la contratación de asesinos a sueldo. Eran de afuera, tenían que venir, hacer su trabajo e irse lo más discretamente posible. En el primer encargo unos salteños fallaron vaciándole todas las balas de una nueve milímetros a boca de jarro a un ladroncete ascendido con el negocio narco. Ovillándose como una mulita humana salió vivito y coleando. En el segundo contrataron a un profesional Tucumano que fue más efectivo disparando a la cabeza del Coya Lalo Martinez, un viejo bagayero nuevo rico con la droga, el 6 de Mayo del 2017 en una venta de chorizos del barrio Jardín.
La operación sicaria se caería dos meses después fruto de una casualidad. Había sido planeada desde la cárcel por el Coya Rojas, otro ladrón de bicis catapultado a zar de la droga, contra los que pensaba lo habían traicionado.
La Cosa Nostra en versión local era la Coya Nostra.
Por escuchas detenían el 7 de Julio al “Pepe” o “Pájaro” Jose Martín Castillo (38) que volviendo de Tucumán a la escena del crimen se entregaba solito. Era el asesino a sueldo. El sicario. Está preso con otros seis en la Causa donde hay dos prófugos. Considerados de alta peligrosidad. El Juicio, luego de una pulseada con la Justicia Federal ya se elevó en la ordinaria.
Ayer en medio de un cinematográfico movimiento de custodia que se nos ocurrió estaba por aterrizar Trump en el aeroclub o traían por fin a los Castedo, lo trasladaron con su casco y chaleco anti balas al Juzgado de Garantías de Parisi. El Viernes se había trepado al techo del Penal amenazando tirarse si no lo dejaban hablar con el Juez. Le dijo que era inocente, que ya iba para dos años preso “arbitrariamente”. Más calmado el pájaro volvió a la jaula. Pensamos que iba a hacer la gran Sammy Bull pero no.