“La niña se le acercó: —¿Podría hacerme un favor?…”
Miriam Truman Capote
En el universo de las cretinadas sexuales cuanto menor es la edad de la victima mayor es la afrenta cometida. Y directamente proporcional cuanto mayor es la diferencia de edad mayor el grado de repugnancia que genera.
En el caso del hombre que condenaron hoy a ocho años de cárcel por abuso sexual con acceso carnal él tiene 74 y la ultrajada 7. Sesenta y siete primaveras de diferencia.
El hecho fue en mayo del año pasado en las orillas al sur de la ciudad surgido de un desorden de vecinos indignados que apedreaban la casa de Domingo Garay. Le reprochaban haber engañado con promesas de caramelos y chupetines a una nenita de su misma cuadra para dentro toquetearla e introducirle los dedos en la cola.
En la cámara gesell, tan chiquita, contó el horrible cuento. El lobo feroz era don Mingo. Tenía una fisura anal, pobrecita, que acreditaba su relato.
Su atacante cumplió en el 2002 una condena de seis años y medio por el mismo delito. Reincidió.