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SE ENTREGÓ FUGITIVA JUSTICIA PARA LAS HERMANITAS BARBA

SE ENTREGÓ FUGITIVA JUSTICIA PARA LAS HERMANITAS BARBA

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Compendio notas ediciones 241, 242 y 243 de Julio/Agosto 2008

“¿…Y este es el destino que, según su lápida,
me arrebataría trágicamente? -preguntó
Massaccio sin esperar respuesta;
pero en medio del dolor y de su propio grito,
alcanzó a oir -desgraciadamente, sí…”

Viento norte    Enrique Anderson Imbert

Nadie sabe cómo es el Infierno. Más para los testigos presenciales del horror de fuego al amanecer del primer Domingo de Julio en la ruta 34 el Infierno será para el resto de sus días esos autos explotando como bombas, esos gritos de espanto entre las llamas y esa impotencia de rogar al cielo que qué carajo estaba pasando en el mundo que nadie mandaba una lluvia de salvación, acaso un héroe de apagar la erupción de los volcanes, siquiera un miserable extinguidor.

Porque en el pademonium de ese averno instantáneo que sucedió a un choque todos corrían sin saber qué hacer con las mejores intenciones. Sufriendo a ese papá de manos quemadas en el soplete inmenso de un destino cruel que dejó a su familia atrapada entre hierros incandescentes.

A las cuatro y media de la mañana unos metros antes del acueducto y bajo el reino sombrío de una espesa niebla chocaba un micro de tour de compras con un camión cañero. Solo había unos pocos heridos que lamentar. Vista la magnitud de los daños podía pensarse en una desgracia con suerte. ERROR. Era apenas el preludio de una desgracia.

Los elefantes muertos de la colisión taponaban la ruta. De sus estómagos repletos un hormigueo de pasajeros rescataba sus bagayos de Bolivia. Aquí y allá las luces parpadeaban. A cada lado una fila de autos esperaba turno para esquivarlos por una hondonada.

De Orán hacia el sur un Megane gris se acomodó en la cola con el titilo rojo de sus balizas en la niebla de relámpagos del desastre. Iban Orlando Barba, hasta hace una semana titular de Edesa en Orán, su esposa y sus dos hijas. Vanesa (14), estudiante del Huerto y Gisela (21) de abogacía.

El hombre nos lo contó a pasos de los restos todavía humeantes de NO PUEDE SER TAN HIJO DE PUTA EL DESTINO de su hija menor que no logró rescatar del auto. Con el mínimo aliento que le quedaba y la piel a jirones, húmeda del agua de sus ampollas rotas. Que vió por el espejo retrovisor unas luces que se acercaban demasiado rápido hasta el fogonazo de una incrustación demente que soldó los fierros en un arrastre de gritos y estallidos que hizo dominó y tiró a la banquina a un par de remises que tenía delante para dejarlo mirando el revés del norte y de su vida en una súbita tragedia que nadie pudo haber imaginado nunca jamás.

Vanesa murió calcinada. Gisela tiene el ochenta por ciento del cuerpo quemado y sus posibilidades de sobrevida se consumen en un arbitrio de Dios. Sus padres, bastante ardidos, vivirán, es un decir.

El coche que los impactó era una Surán conducida por Florencia Bridoux de 19 años, a quien acompañaba un menor de 16. Tienen politraumatismos leves. En el lugar la gente decía que estaban borrachos y venían de la joda del Sábado a la noche. Eso les permitía entender su velocidad alucinante y que no tocaran el freno antes de tragarse el auto estacionado. De la niebla, de la baja visibilidad, no hablaban. Sino de los desatinos públicos de una volante adolescente, hija de un conocido médico, que no respetaba ninguna regla.

Quedó detenida en una clínica privada. Un dosaje de sangre dirá la verdad sobre su estado etílico. Hay mucha bronca. La devastación de su atropello, aún cuando resta investigar alguna justificación, algún atenuante, si es que lo hubiere, fue muy grande. “La más chiquita quedó ahí!!” nos decía Barba señalando las carcazas incineradas de los autos fundidos. Nosotros lloramos y puteamos con él. Luego lo hizo toda la ciudad, sumida en un verdadero infierno.

Quizá el apelativo de lugar común, de entrecasa, que eran dos chicas “llenas de vida”, repetido por todos y cada uno de quienes trataron a las hermanitas Vanesa y Gisela Barba, explique la desazón devastadora provocada por sus muertes horribles en la masacre de tránsito y fuego al amanecer del Domingo seis de Julio en la ruta 50. “No puedo parar de llorar” se lee en las introducciones de los comentarios interminables de los sitios de Internet que exponen la tragedia.

No es para menos. El formato del hecho es espeluznante, no solo porque se quemaron vivas delante de sus padres desesperados, sino por la injusticia cósmica de no haber hecho absolutamente nada para merecerlo. Nada, conciente o inconciente, más que estar estacionadas esperando turno para sortear el escollo de un siniestro rutero y festejar en familia el añito de cumpleaños del benjamín en Salta.

Cierto que no eran buenos tiempos para los Barba. Una semana antes Orlando había perdido su trabajo en Edesa luego de 27 años, aunque ya estaba en tratativas con varios de los finqueros grandes interesados en su experiencia administrativa y en manejo de personal. Con el jefe del clan viajaban su esposa Alicia Gomez, maestra con antigüedad en la Osvaldo Pos, y las dos nenas. Vanesa, estudiante de noveno año del Huerto entusiasmada por esas horas en la caminata Mariana de jóvenes que organizaba el Obispado, y Gisela, con sus veinte primaveras cumplidas, que cursaba en Salta la carrera de Derecho y soñaba venturas con un novio Misionero que también quería ser abogado.

El espanto se precipitó en un santiamén. En medio de una niebla brumosa propia de las estancias infernales de la mitología. Fue un torpedo por retaguardia. Que era otro vehículo a más de cien kilómetros por hora guiado directo al “blanco” por el control remoto de una persona tan intoxicada que ni logró doblar el volante ni mucho menos tocar el freno antes de la explosión de guerra que provocó el impacto. Un horror se suscitó. Tan pocas veces visto que nadie atinó a hacer nada en la hoguera de autos fundidos donde se achicharraban dos vidas preciosas cuyos alaridos ninguno de los muchos testigos podrá olvidar y menos que nadie sus padres que no pudieron sacarlas de esa trampa bestial del destino.

El “auto misil”, una Volswagen Surán, era “guiada” por Florencia Bridoux (19), hija del cirujano Mario Héctor Bridoux y la psicopedagoga Monica Tello que trabaja en la Unsa. Una adolescente conocida por sus conductas temerarias al comando de vehículos que en el sumario Penal 1213/08 a cargo del Juez Oscar Blanco, quedó acusada de doble homicidio simple y lesiones con dolo eventual. La figura traduce el accidente como un crimen. La imputada sobrepasó los límites de la imprudencia con una conducta cuyo final luctuoso debió haber imaginado.
Todos los testigos la vieron borracha como una cuba, tanto igual que su novio, un chiquilín de 16 años que ya venía dormido de la macha a su lado. El chico es hijo de un empleado del Ingenio, dueño de la camioneta. Habían estado en el cartel de la salida, “chapando”, según la gente. Hasta que levantaron el corte de prevención en ese sector por el accidente de las cinco de la mañana. Bajo una densa niebla encararon la recta a una velocidad calculada a ojo mayor a ciento cuarenta kilómetros por hora y peritada por la fuerza del choque en ciento dieciocho.
Según declaró el gendarme que a unos 400 metros controlaba la fila para pasar el primer choque, les hizo luces, PERO O NO LAS VIERON O NO LES DIERON BOLA. Siguieron acelerando hasta el desastre. Eran las ocho de la mañana.


Gracias a las maniobras del padre y de otros colegas del hospital a la Bridoux, con traumatismos leves y un tajo en la pierna, recién se le tomó muestra para alcoholemia a las doce y cuarto del mediodía siendo trasladada a una clínica privada sin más autorización que las influencias de “papá”. Habían pasado más de cuatro horas. Amén de por lo menos dos sueros de Dextrosa destinados presumiblemente a lavarle un poco los rastros del alcohol. Con todo el resultado fue un coeficiente de 0.35 g/l en sangre estimado “ligera euforia”. Calculado el tiempo transcurrido el porcentaje se elevaría a más de 0.75 indicando una intoxicación etílica más severa.
La defensa, ejercida por David Arnaldo Leiva, contratado por los Bridoux, planteó la nulidad de los resultados del dosaje por falta de la autorización expresa de la imputada. Cuestiona, por otra parte, las declaraciones de los testigos presenciales asignando al trauma derivado de semejante choque que su cliente estuviera tambaleante y hablara estupideces. Considera que debe achacársele homicidio culposo, sin intención, y ha apelado la carátula de Blanco ante la Cámara de acusación de Salta. Si gana el recurso el delito en juego se hace excarcelable con una pena máxima de CINCO AÑOS de prisión. Si pierde y la acusación se mantiene tal como está, el castigo de ley va de OCHO A VEINTICINCO AÑOS de encierro.

“…Ustedes le han oído, ¿no es cierto?
Sabe contestar. Conoce el valor de las
palabras y no es posible decir que
ha actuado sin darse cuenta de lo que hacía…”

El extranjero      Albert Camus

El expediente Judicial 94992/08 donde se imputa de doble homicidio a María Florencia Bridoux (19) está que “arde”. Usando un verbo paradójico y cruelmente referencial en este caso. La chica sigue presa en la sala de Cirugía del Hospital, su padre es cirujano, bajo tratamiento psicológico a cargo del Psicólogo de la cárcel Matias Chauque y con la comida especial que le lleva su madre, la psicopedagoga Monica Tello, actual Secretaria en la UNSa, cada día. La mujer alterna esa rutina con viajes a Salta para “tocar” a sus amistades cercanas a los Jueces de la Cámara de Acusación de Salta donde la Causa se revisa. Y con declaraciones mediáticas en las que reclama “prudencia” para la valoración de la conducta de su hija adolescente. Otro verbo francamente equívoco.

Porque antes que nadie el reproche debería ser, opinan muchos, para adentro y no para afuera. Si, dadas las circunstancias, su hija hubiera tenido un mínimo de prudencia la ciudad no estaría llorando la muerte de dos chicas calcinadas delante de sus padres sin comerla ni “beberla”, tercer verbo crucial en la tragedia.

La muerte espantosa de Vane y Gise Barba fue producto, según criterio compartido del Juez Oscar Blanco y la Fiscal Virginia Nadra, de una adolescente manejando en un estado que sabía podía matar alguna persona y no le importó. De allí el dolo eventual, la intención velada: DEBERÍA HABER REPARADO EN LA FATALIDAD CANTADA QUE FINALMENTE PROVOCÓ. Y POR PARTIDA DOBLE.

Dicen que al abogado David Arnaldo Leiva le han pagado un dineral para que defienda a la Bridoux. No nos consta. Sí, su estrategia. Impugnar todas las pruebas que la comprometen. LA ALCOHOLEMIA tardía que en retrospectiva sube a más de 0,75 litros en sangre al momento de la colisión. El PERITAJE POLICIAL que calcula por la fuerza del impacto que circulaba a ciento dieciocho kilómetros por hora. Los TESTIGOS que aseguran iba tomando en el auto con el noviecito antes de salir a la ruta y ya denotaba su ebriedad con zigzagueos insólitos. A LA SEÑALIZACIÓN DE GENDARMERÍA. Y al propio Juez Blanco que el Viernes ocho de Agosto logró apartar de la Causa con el ardid de presentar al abogado Ariel Ovejero, con quien el magistrado tiene enemistad manifiesta. Será la Jueza Norma Vera la que a partir del Lunes 11 deberá conducir el proceso.

Impugnar es un verbo que significa: combatir, refutar. Impunidad es la falta de castigo. En uno de los muchos blogs donde se pide Justicia por las hermanitas Barba alguien confundió ambos términos. “Basta de IMPUGNIDAD” escribió. El fallido lingüístico ensambló sin querer otras dos palabras clave en el doloroso caso. Nadie quiere impunidad. Por eso las marchas continúan. Dicen que las desgracias se lloran y los crímenes se pagan. De la batalla judicial que se ha entablado surgirá si fue lo uno o lo otro. Por ahora es un crimen cuyo castigo la responsable no podrá eludir por más poder o plata que tenga su familia.

Pasaron diez años, cuatro meses y veinte días de pleito, de chicanas, de dilaciones, de apelaciones, de pedidos fallidos de prescripción, de abogados, de Jueces. Heredó la Causa Raúl Lopez de la sala II de Juicio que en Junio del 2016 declaró rebelde a Bridoux y ordenó su detención para ser juzgada por doble homicidio culposo contra Vanesa y Gisel más lesiones culposas contra sus padres. La prófuga se entregó hoy, Lunes 26 de Noviembre, arreglando, de oficio, una prisión domiciliaria hasta el debate. El Juez argumentó cuestiones humanitarias basado en su notable deterioro psicológico. La asesora el abogado Salteño Dario Palmier que ofrece un resarcimiento económico para resolver el conflicto. El abogado de la familia Barba es Roberto Ortega que no fue notificado del acuerdo. Tampoco la Fiscal Soledad Filtrín. Las redes explotaron de odio y de impotencia por la decisión. No hay ambiente para que la plata resuelva el asunto. Solo se pide QUE SE HAGA JUSTICIA.

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