“…Y pasó que una vez la mamá le dio
dos tarros de manteca con unas galletas,
todo en una cesta, para que la niña
se las llevara a su abuelita enferma,
que vivía lejos de allí.
Y así la niña alegremente
se metió en el bosque que debía atravesar,
y de repente con un lobo se encontró…”
Caperucita roja       Leo Masliah

El cuento de Caperucita roja, por referir un relato que conocemos todos, se pone tenso con el ingreso de la niña al bosque. Allí, uno piensa, le puede pasar cualquier cosa. El lobo, un alacrán, un chorro, un violador, una araña peluda. Toca lobo en el cuento, antropófago y travesti. Se disfraza de abuela para esperar a Caperusa de segundo plato. Lo del bosque y sus riesgos no es ningún cuento.

El 20 de Noviembre a unos 300 metros de la curva de ingreso a la Colonia Santa Rosa hay, luego de los empaques, una banquina boscosa, donde, unos Policías vieron un trío de encapuchados parapetados en la vegetación para saltarle encima a una chica (25) que venía haciendo ejercicio. No era Caperucita roja pero enfrentaba, como ella, un destino incierto. Previniendo que los lobos actuaran los desbandaron en nombre de la ley, atrapando a uno. No se llamaba Lobo Feroz sino Jorge Ariel Salto (22) de barrio Manero y en vez de garras y dientes filosos tenía machete filoso y otras herramientas “para comerte mejor”. Fue encausado por tentativa de robo.

El lobo de Caperucita no le hace asco a nada, se manyó un anciana, se quería cenar una niña y antes se habrá comido corzuelas, cuises, antas y polenta con pajaritos, sin desdeñar tampoco sapos. En eso nos parecemos los salteños, día por medio nos tenemos que comer un batracio. En la Palmeras de la Colonia, la capital nacional de la tumbera, secuestraban un nuevo modelo winchester clásico que unos de un grupo antagónico usaba contra los de otro grupo antagónico.

En Orán la Policía en conferencia de prensa con fotitos y partes que habían enviado a los Medios promocionaba una banda de piratas del asfalto interprovincial que habían desarticulado con no se cuantos allanamientos simultáneos y la participación de ciento veinte efectivos “altamente entrenados”. La banda, decían sin decir nada (para no entorpecer la investigación argumentaban con el seño fruncido y una seriedad que daba risa ante la mirada de los políticos de seguridad, aval de la publicidad simulada en tiempos de ascensos de paritarias y de análisis de resultados) tenía su jefatura en Orán y a la tarde mostraban el fabuloso secuestro de una tumbera y dos bochitas de marihuana, iguales a los que la hermana y el novio trataban de pasarle al preso Silvio Gerez de la Comisaría 23 metido en los biscochos como el jamón de un sandwich. En la tumbera y las bochitas de Colonia participaron el cabo de Guardia y dos civiles, en el sapo Oranense media Policía. No llama la atención son tiempos de publicidad, si la gente la compra, metele que son pasteles.

Viene fin de año y los empleados públicos enloquecen por hacer lo que no hicieron en todo el año. Todos los días allanamientos, fotitos, espectáculo, bandas fantasmas, dealers que son pobres cagados de hambre mostrados como Chapos Guzmanes. Sapos en definitiva, sapos oficiales.

Divertida fue la conferencia donde un Comisarío jefe de desarticulación de peligrosas bandas (que no se sabe a quien asaltaron, ni cuando, ni donde que no sea las rutas provinciales de Salta y Jujuy mencionando la ruta 5 donde hubo una cantidad de atracos por los que ya se han detenido otra cantidad de sospechosos) que repitió lo de una gran investigación de la Policía y toda esa batata que se fue a la mierda al tomar la palabra el ministro de seguridad afirmando que en realidad eran por denuncias anónimas en la web, se dio cuenta y la quiso arreglar, que después hubo un gran trabajo para confirmarlas. Se miraron. No sigamos hablando que la embarramos más.

Seremos ingenuos Caperucitos rojos pero no tanto.