“Temí ser uno de esos monstruos que dejan a sus bebés en las escaleras de una iglesia…”
Dulzura Toni Morrison
Hay cada loco de la especie homo sapiens que ningún comportamiento por más sin sentido y espantoso que parezca puede descartarse de su repertorio. La categoría robaniños presenta monstruos que los venden en el extranjero en pie o faenados sus tiernos órganos. Cada tanto alguna noticia psicopatiza sobre “personas desconocidas” que merodean en autos siniestros acechando infantes.
El pánico cunde.
Atardeciendo el lunes 24 por la Sarmiento y pasaje 17 de octubre una abuela vio a un desconocido agarrar del brazo al nietito de tres años que jugaba en la vereda y puso el grito en el cielo. Con el alerta salió el padre y otros familiares quienes acusando al sujeto de querer raptar a la criatura lo dejaron mormoso a patadas sobre la San Martín a una cuadra de la terminal.
Era el bagayero Diego Antonio G de 29 años que declaró recordar haber salido del playón borracho, venía tomando de las nueve de la mañana, y despertarse esposado en una patrulla policial. Jura que no conoce a la familia ni a los chicos ni tiene idea que puede haber pasado. El día anterior había llevado a sus dos hijos, también pequeños, al centro de salud del barrio San Francisco. Vive más allá, en Caballito.