“Venían sobre mí como un manicomio suelto…”
Barrabás Arturo Úslar Pietri
Carlos Enrique Pirona. Médico clínico. 65 años. Vivía al final de la segunda cuadra de casas del hospital en barrio Jardín, Alvarado y Sebastián Cuenca. Estaba retirado de la actividad profesional.
La madrugada del 30 de Junio lo hallaron muerto con el cuerpo ennegrecido por efecto del fuego que se desató en la vivienda. Tenía un golpe en la cabeza y media docena de sablazos de machete en la espalda.
Fue en tres períodos diferentes médico legal de Policía, trabajó en el chaco salteño, en Santa Cruz de la Sierra, se jubiló como vicedirector del hospital de Hipólito Yrigoyen y sus últimas consultas las atendió por las tardes en la clínica Mayo. Carlitos era, además, un amigo. Bohemio, gaucho, fascinado con el monte.
En el desastre de su cuarto incendiado donde quedó boca arriba al costado de su cama faltaban unas herramientas que había comprado en la feria, faltaban sus cigarros pero no se habían llevado ni el encendedor Dupont de plata ni su billetera. ¿Eran los asesinos esos piperos rasposos que se le descolgaban por la tapia para rapiñarle chucherías?. La hipótesis cuajaba.
A algunos los había ayudado a otros sacado carpiendo. Lo tenían podrido. El GAP tiene una serie de sospechosos muchos de los cuales no hay que detenerlos hay que cazarlos porque viven en la calle.
Carlitos era un médico de los de antes, te escuchaba, te auscultaba y te ibas con un diagnóstico y un medicamento. Y no le erraba. Fue el forense que en febrero del 2001 decretó con su autopsia que la Gabi Saldaño (30) de Embarcación había sido asesinada cuando la encontraron flotando en el Bermejo antes del Elordi. Un crimen que quedó impune.
Tal como teme la familia y los amigos le pase al suyo luego de más de tres meses de investigación sin resultados. Cuanto más tiempo pase las posibilidades de esclarecerlo se van haciendo humo.