“Hay días que la tetas me persiguen
a partir de noviembre sobre todo
las tetas me provocan a su modo
me buscan y me apuntan y me siguen
con el calor asoman se acrecientan
inundan sobresalen en su altura
con su poder plural y su bravura
las tetas en noviembre me atormentan…”
Hay días que las tetas me persiguen
Pornosonetos Jorge Mairal

Si fuera delito mirarle las tetas a las mujeres todos los hombres del mundo estarían presos. El acto puede ser tomado por las apechugadas como una galantería o una ofensa. Y hasta una burla. Depende las tetas. Sucede que hay formas y formas de mirar. Si sos superman y tenés visión de rayos equis está prohibido, obvio. Para los normales el límite es la persistencia. Miráme los ojos por favor. Tampoco le vas a poner unos binoculares en el escote, entre las mismas, estás invadiendo propiedad ajena. Abusás. Prohibir que miren directo tipo eclipse no se puede. Carteles de ¡peligro tetas! con vendas para los ojos provistas por el estado de bienestar es imposible. Las tetas se mueven.

Ocurrió en la realidad en un comercio céntrico de Orán que al ser atendida una dama con unos amelonados pechos como para convertirte en piedra notó la mirada lasciva del vendedor. No la miraba a la cara, la miraba a las tetas. Obsesionado. Anonadado. Emocionado. Entusiasmado. Era un turista ante las pirámides de Egipto. Enfocado en esas octavas maravillas del mundo insinuándose debajo de la blusa.

La portadora se sintió usurpada por esos ojos fijos que la contorneaban como manos. “¿Usted me está mirando las tetas?” lo increpó. El galán sin dejar de mirarla fijamente preguntó si era un pecado admirar tanta belleza. Embelesado. “¡Usted es un atrevido!” se enojó la clienta. Lo voy a denunciar. El reclamo se lo tomaron en la Comisaría 20 por acoso sexual. “¿Usted también me está mirando las tetas?” se quejó ante el sumariante, ya un poco perseguida.

Dicen que la señora tenía la delantera que le está faltando a la selección argentina. Unas terribles tetas. Dicho esto con todo respeto, no se ponga así.