“Moscas verdes, para ese buche,
y un tesoro de su cagada para que recuerde
que metió la pata…”
Moscas verdes, para el charlatán
La Renga
Las moscas no van a ser nunca una especie protegida.
No son insectos sociales como las hormigas o las abejas y a cambio de panales arquitectónicos u hormigueros inextricables, se reúnen en el poco respetado mosquerío. Son sucias. Lo decía mi abuela mientras aplaudía la mesa y hacía explotar una. Aseguraba que portaban los gérmenes tóxicos de la caca, donde se posaban, para luego aterrizar en nuestra ensalada rusa, o de frutas, mejor, porque lo dulce las atrae. Si te la comías fallecías al instante en medio de catárticos estertores. El remedio lo tenía la abuela. Debías separar la pieza contaminada por las patas peludas del monstruo negro y someterla a un baño radioactivo antes de colocarla en una probeta y mandarla en sobre lacrado y con tapón de corcho al Instituto nacional de lucha contra la mosca. Era un remedio caserito. Había otros métodos de exterminio más drásticos. Un flit que prometía matarlas bien muertas o el formidable matamoscas, un raquetita de plástico que podía reemplazar con gran eficacia un diario doblado. El holocausto mosqueril eran unas planchas eléctricas colgadas del techo que las fritaban al contacto. Era un sistema de cauterización. Un chicharrón de mosca es inicuo. La leyenda negra de las zumbonas habla de nubes de ellas asolando la tierra en todas sus etapas. Te entra en la boca una nube de moscas y te morís. Sea de asco, sea broncoaspirado. A las moscas no le podés llamar por un nombre. Hola Carlos. Ya que una es igual a todas. Además ¿cómo distinguís si es macho o hembra?. Solo aquel samurai que con su filosa espada de gilette las capaba al vuelo. Las moscas, sin embargo, no son un cuento chino, son un problema real, sobre todo en las cárceles y en particular en el complejo penitenciario federal III de general Güemes, leáse cárcel de Guemes, donde varios ilustres Oranenses han recalado, empezando por nuestro ex Juez Federal Raúl Reynoso, quien en recinto aparte de los narcos Coya Rojas o Juansuti Aguilera, espera, igual que ellos, su destino judicial.
El drama nos fue referido por un abogado amigo que visita a unos clientes engayolados. La cosa es así. Se turnan los presos para espantarse las moscas y poder comer. Uno come el otro le sacude viento, lo abanica, para evitar que en un bocado ingiera por lo bajo unos tres mil moscos de los que forman una costra semoviente sobre los alimentos. El Señor de las moscas, un boludo. Todos los reclusos son Señores de las moscas. Caminando en la cuerda floja de un contagio masivo de moscas verdes con huevos y todo. Va a haber que llamar un Samurai.
Dicen que es porque hay un Ingenio cerca. Su miel de caña convoca por millones a las malditas. Por razones de presupuesto no fumigan y por razones de seguridad no le van a dar un Raid a cada interno, mucho menos una pistola para que las caguen matando. Pero hay más. El viejo Instituto nacional de lucha contra la mosca se ha convertido en el Instituto nacional de protección de la mosca y contra la discriminación animal. Ya no se ven las trampas eléctricas de las pizzerías ni las paletas que las destripaban por aplaste. Hay que querer a las moscas. Hacerse amigo. Yo antes tenía un perro pero ahora tengo una de las moscas que alunizaban en sus excrementos. Van a tener que aguantar los internos de la cárcel Federal. Son unos quinientos.
Los presos no van a ser nunca una especie protegida.