“—¿Es una venganza narco? —Nomás los narcos matan así…”
El chico sucio Mariana Enríquez
Le descerrajaron dos tiros en la cabeza a quemarropa dentro del auto, anduvieron cuarenta y cinco kilómetros con el cadáver sangrante triangulando del paraje Campichuelo hasta el Yuchán de Pichanal descartando el bulto en una banquina oscura y boscosa explotando luego el vehículo infectado de huellas incriminantes.
Eran, en teoría, amigos.
El Ivan Juarez Iñigo (27) un salteño que comerciaba coca de coquear en la capital, Sandro “Canga” Torres (23) su proveedor en Embarcación y el remisero Oscar Cabrera (27) que de tanto en tanto le llevaba la coca a Salta.
Los dos últimos condenados hoy a prisión perpetua tenidos autores de homicidio alevoso con arma de fuego consumado hace tres años, en febrero.
La figura penal por la que fueron juzgados cambió en el fallo. De criminis causa, es decir matar para ocultar otro delito y procurarse impunidad, a uso de arma.
Es que no pudo saberse por qué cometieron semejante barbarie. ¿Qué delito ocultaban con la muerte?.
Sobrevoló el narcotráfico, deudas mafiosas, cargas desaparecidas, pero todos se hicieron los desentendidos. En estos contubernios hablar es cavarte la tumba.