“El miedo es el gran motor, al final…”
El auge del capitalismo Donald Barthelme
Hay que andar con mucho cuidado. No vaya a ser que un día de estos al Estado se le ocurra fabricar un monstruo con nuestra caripela.
Hasta hace un tiempo la industria productora de monstruos era la de la pintura, la del cine, basada en las viejas mitologías.
Los políticos tomaron la posta y ya tienen un parque industrial de personajes tan bien hechos en su deformidad y poder devastador que es verlos y temerles. Combatirlos o eliminarlos los convierte en héroes. No son tontos.
Los diseños son irresistibles para el gran público consumidor. Aterrorizan. Nos van a matar a todos. Ayuda.
Y ahí vienen los políticos en sus briosos caballos que se deben llamar Poncho como el de Güemes prometiendo liberarnos de los monstruos que ellos mismos fabrican.
Impuestos por un formidable aparato de propaganda que incluye los medios y su necesidad de provocar impactos. Los monstruos venden. Cuanto más malo es el muñeco maldito más bueno es quien lo enfrenta.
Ahora son narcos, jueces, abogados, intendentes que salen de la planta con el sello de corrupto puesto al que en control de calidad le estampan el de malvado absoluto.
Se destaca el creador Garcia Castiella y su equipo de asistentes que ya te diseña un Gringo Palavecino, que un Claudio Parisi, que un Delfín Castedo, que un Francisco Oyarzú, que un Roberto Ortega, que un Oso Ruiz original, obras maestras.
No vengas con pruebas ni legalidad ni ocho cuartos. Son malos. Los buenos tomaremos la posta y ya no habrá más miedo en Salta. Ni en el mundo.