“La pobreza lo abrumaba. Sin embargo, últimamente, esta miseria habia dejado de ser para él un sufrimiento. El joven había renunciado a todas sus ocupaciones diarias, a todo trabajo…”
Crimen y castigo     Fedor Dostoiewsky

Los piperos, si es que llamamos piperos a esos chicos drogadictos callejeros, que andan a la deriva, normalmente o carentes o lejos de la familia, o no contenidos por ella, analfabetos reales o funcionales, sin especialidad ni oficio que no sea huir del mundo invivible que les ha tocado, son, al mismo tiempo peligrosos y vulnerables. Avivados que tienen algo para ganar o perder los dominan y los usan fácilmente. Son soldaditos, campanas, chorros o sicaritos según mande su mala compañía y su necesidad perentoria de Paco o porro. Son escudo para que reciban las cagadas o cargarles fechorías aprovechando su precocidad y su vicio, dos ventajas ante la ley. Los piperos son en si mismos una mala junta pero también pueden ser victimas de una mala junta.

Una Causa de robo agravado por la participación de un menor venía retrasada en la Sala I de Juicio. Un dúo había saqueado una casa barreteando las puertas. La entidad del delito permitió que fueran excarcelados y cuando se los notificaba del Juicio no iban.

En Mayo se los declaró rebeldes con la orden de detenerlos para asegurar su presencia. Uno, el mayor, Leandro Emanuel Moya (22) de Estación cayó por drogas, su cómplice, Fidel Alfredo Flores, menor de edad cuando el robo, hoy de 18, fue pillado en los asentamientos San Expedito este Miércoles 19 de Diciembre. Está fichado como un adicto que se mete en líos cada dos por tres.

La audiencia está prevista para el 2 de Enero lo que significa que va a quedar dos semanas encanado. Se pierde las fiestas. Por él y por su mala junta. Será juzgado junto a Moya le guste o no. No quiso ir solo, le salió caro.