Historia publicada en papel en Agosto del 2006 con ilustración del talentoso profesor  de la Técnica Carlos Rolando Reyes

El aparato genital de la gallina
es elástico y muy dilatable
(por allí expulsa los huevos)
y no es raro que se la utilice
en zonas rurales
para actos de zoofilia.
Es buscada, aseguran
los entendidos,
porque tiene una temperatura
interna de 39 grados generando
un conducto calentito que causa placer
en quienes recurren a estas prácticas

Nos fue referida la siguiente historia no por boca de la víctima, pobrecita, que anda con su gallina maltrecha buscando un veterinario que le certifique su violación para poder hacer el reclamo Penal, sino a través de una vecina que vivió el drama como propio. Ocurrió en una zona, tangencialmente céntrica, de Orán. Resulta que una sufrida mujer, cansada de las tropelías de un chango vecino suyo, adicto y alcohólico, lo denunció en la Policía.

Habida la autoridad el marginal mostró sus dientes de delincuente en potencia y terminó en un calabozo. Cuando salió por la consabida otra puerta de la ley, una semana después, en su mente solo cabía una obsesión maligna: “esta hija de P… me las va a pagar!!”. El modo de hacerlo o lo masculló en las noches de ojos abiertos de cárcel o en las horas de festejo con etíl y tolueno al retornar a la calle. Era terrible y constaba de un operativo nocturno de gallinero.

Sabía que la vecina tenía predilección por una de sus gallinas del fondo a la que cuidaba tal como a una hija. Esa ave fue raptada y sometida a un ultraje interminable que, dicen, es común en el campo pero inusitado en la ciudad. Al amanecer le tiró por arriba de la verja al animalito mansillado e inflado a semen durante largas horas de delirio sexual. La gallina, que no podía mantenerse en pie, fue recogida llorando por su dueña que a estas horas busca la forma para que se le haga Justicia.