“Era como si la estatua se hubiera puesto a manotear las palomas…”
Nadie encendía las lámparas Felisberto Hernández
Vivir con las manos esposadas no debe ser sencillo. Te reduce un poco la libertad de movimientos sobre todo para tocar el piano donde la izquierda y la derecha necesitan independencia.
Un chango malandrín de barrio Balut que entra y sale de la Policía día por medio apodado “Chuqui” (rapiñero de lo que sea para comprar falopa) se encontró la mañana de hoy en tribunales ante esa encrucijada. La traba de sus esposas se rompió de una manera que ninguna llave podía solucionar.
En el sector de mantenimiento le dieron una mano, por suerte no le cortaron una mano.
Con una amoladora y un gran cuidado poniendo un fierro y unos cartones en sus muñecas cortaron el hierro que lo atenazaba. Hubo un momento de tensión.
Si deja el choreo podrá ser un gran pianista.