“Arrodillado sobre el piso, el médico forense examinaba el cadáver, los demás seguían sus menores movimientos, esperando que hablara. Sus primeras palabras fueron: Muerte fulminante por perforación del ventrículo izquierdo y rotura de la aorta… Después hubo un silencio penoso. El examen continuó. Se oían las respiraciones de todos los presentes…”
La noche de los siete minutos      Georges Simenon

El carrito de choripán más antiguo del mercado de abasto era el de don Orlando Castillo, en la entrada de la San Martín a metros de calle Alvarado. Hace seis años Castillo murió y sus hijos siguieron con el negocio. Quedó encargado el “Coyita” Hernán Osvaldo Castillo (31), uno de los seis hijos con Celia Cruz. Vivía con ella en Estación y se habían mudado hace un tiempito a un lote del San Expedito. Roberto “Goku” Castillo (34), el querido chico down ambulante que terminó siendo estrella de los Corsos, era el otro conviviente. A Hernán le decía “Monochori”.

En Estación era vecinos y amigos de Julio Flores (20), formaban el grupo de la Iglesia o de la mesa giratoria al que pertenecía el sobrino Andrés “Pichu” Cruz (21) asesinado el Octubre del 2017 en una pelea de barras contra los del Paredón grupo más cercano al Mercado. Es decir que Hernán y Julio eran del mismo bando. No se entiende porqué el pasado Sábado 23 de Febrero, amaneciendo, el segundo mató al primero, el hermano de Goku.

Hacía poco que Hernán estaba noviando con una chica de Estación. El Viernes trabajó todo el día con los choris en la feria y al salir hizo rancho con sus amigos en la tapia alta del complejo del San Antonio por Los Andes frente a un pasaje y a la vuelta de un cumpleaños al que pensaban ir esa noche. La avisó a su madre que había reservado seis sillas para el Corso. Pasó por la casa como a eso de las tres de la mañana, cuenta Celia, y volvió a salir con un “ya vuelvo”. Parece que se había terminado el escabio y había que comprar más.

Si bien hay muchas versiones una hermana nos cuenta que con Julio venían con broncas de largo. Hace semanas Hernán les había dicho que lo había tenido que hacer cagar. En la fiesta alguien le avisó que lo estaban esperando afuera. Era Julio.

Fueron de las palabras a las manos y de las manos al cuchillo que dejó al mayor tirado en la calle con dos puñaladas una de ellas que la médica Karina Ayala del CIF anotó en el informe de autopsia como lesión cardíaca con arma blanca con shock hipovolemico. Para la familia Castillo el homicida concretó su venganza.

Al velorio en lo de una tía lo llevaron al Goku, se puso a llorar por el Monochori, le decía que lo quería. Entendía lo que estaba pasando con su corazón.