“No me valieron ni las diez vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida de la cárcel…”
¡DILES QUE NO ME MATEN! Juan Rulfo
Los medios imponen la realidad que crean. Tienen a la brutalidad policial en el tapete. La brutalidad humana en general desde la horda bestial que mata al supuesto violador y asesino de una niña en Tucumán hasta la polémica del policía salteño Chocobar juzgado por matar a un violentísimo ladrón en el barrio de La Boca.
Los funcionarios del estado llevan el estigma de actuar de acuerdo a derecho, los que delinquen, obvio, no.
En el motín de la superpoblada Comisaría 24 de Caballito ardió Troya y no era para menos. Había 39 detenidos hacinados en dos celdas para 12 con dos agujeros búlgaros o baños de cuclillas y dos duchas para tirarse agua almacenada en botellas plásticas de gaseosa.
Cuando el chango Moises Alvarado se fugó el Martes por el hueco del hierro doblado que limó de su celda fue como un símbolo de libertad. Un sueño de redención para tipos ardidos por el clima y por el enjaulamiento. Tanto igual los culpables, los presuntos culpables o los inocentes hijos de la miopía judicial.
Cuando lo vieron volver esposado a las cinco de la tarde se les cayó el alma al piso mientras les subía la viaraza a la cabeza. Rompieron los candados de las dos celdas y salieron al patio amenazando con quemar colchones y que eso se transformara en lo que ya era para ellos: el infierno.
Según un informe se pusieron “belicosos” “se tornaron violentos” y tenían “intenciones de amotinarse”. No se sabe quien pasó de las palabras a los hechos (se echan la culpa mutuamente) pero la Infantería entró a bastonazos con los escudos a restablecer el orden.
Muchos fueron a parar al hospital con el cuerpo tan amoratado que no se distinguían los hematomas de los tatuajes, rengos, cortados, machucados. Sus familias denunciaron en Derechos Humanos apremios ilegales, vejaciones calificadas, severidades, abuso de autoridad, daños y perjuicios y daño psicológico.
El episodio tuvo lugar en tiempos de pandemia donde todos estamos un poco locos y un poco presos. ¿Había otra solución para el conflicto que no fuera el recurso de los palazos?. Los presos dicen que sí los azules dicen que no.