“Hendrijk Wersteeg obedeció y entró en la habitación que se le había indicado. De inmediato, sintió que la puerta se cerraba detrás de él, que la llave giraba. Estaba prisionero…”
El marinero de Amsterdam Guillaume Apollinaire
Los fines de año son críticos en las cárceles. La Unidad 3 de Orán no es la excepción. Los ánimos se caldean con la impotencia de otras fiestas enjaulado y un nuevo calendario con los meses tachados que tirás a la basura. El balance nefasto de días y días que has restado a tu vida improductiva de confinado. La camorra para descargar la bronca se reduce a tus compañeros de pabellón. El ojo por ojo es la ley. Si sos violento escupís para arriba.
El fin de semana, según una denuncia interpuesta el 18 de Diciembre por su madre, el “Pepi” Sansón Araujo (25) condenado en Octubre a 10 años de encierro por la muerte del “Poqui” Roldán de 15 años al que acuchilló en Noviembre del 2016, fue atacado con palos por tres reclusos y luego a modo de protesta porque no le daban bola los carceleros, se cortajeó entero, brazos y piernas. La cosa que terminó asistido y suturado en el hospital gritando que no quiere vivir. No nos lo contaron, lo escuchamos.
Araujo tiene un certificado de discapacidad de un 76 % que refiere una supuesta esquizofrenia. Papel que tuvo nula incidencia en la valoración legal de sus conductas criminales. Se consiguen por 500 pesos y valen un subsidio. La madre dice que supo por un hombrecito que la familia de su victima, un chico del Constituyentes, dijo que lo iba a hacer matar en la cárcel. Dice que también de ella se quieren vengar.
Los guardiacárceles, que conocen al Pepi desde sus delitos de menor de edad, tratan de hacerle entender lo que es obvio: que el problema no son los otros, él es el problemático. Lo van a cambiar de pabellón.