Cuando veo una persona sin barbijo me parece una cosa rara. Es curioso, unos meses atrás me hubiera parecido raro que alguien anduviera con barbijo. Los ladrones se tapaban la cara. O los cirujanos cuando operaban. Hoy, quizá, para no ser reconocidos los delincuentes tengan que actuar a cara descubierta. Quedate tranquilo te vieron la cara, nadie te va a reconocer, todos andan con barbijos.

Los optimistas (o los estúpidos) pensamos ya en una etapa post barbijo. Si uno se puso de novio puede llevarse una sorpresa al revelarse el rostro que escondía el tapaboca. Perdoname no eras como yo te imaginaba. En todos los casos las truchas no van a ser las mismas. Estás más viejo, te dejaste la barba, esa arruga antes no la tenías, arreglate por favor ese diente que te falta. O lo peor. ¿Quién sos?.

Un impostor disimulado detrás de la máscara de bioseguridad. Surgirá el reproche eterno. Ya no sos el mismo, antes no eras así. En efecto nada volverá a ser igual. Como todo el mundo sabe en la pandemia los besos están prohibidos. Da la impresión que para siempre. El peligro de contaminación corre al viejo romanticismo. En tu saliva puede haber gérmenes malignos, qué asco. Mejor volvete a poner el barbijo.

Siendo los hombres animales de costumbre andar sin barbijo será como andar desnudos. Ay se te vé todo ¡policía, policía! mire ese señor oficial anda con la boca al aire y la nariz colgando ¡exhibicionista! ¡inmundo!!. Le doy tres segundos para que se tape o disparo degenerado.

¿Y qué va a ser de la industria del barbijo?. ¿De qué va a vivir esa gente?. En realidad no hay que preocuparse para cuando se dejen de usar van a ser magnates.