“El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado…”
El jardín de los senderos que se bifurcan Jorge Luis Borges
Desde que cayó preso el 7 de Marzo Diego Gonzalez (60), un artesano muy conocido como promotor de turismo aventura y por el apodo de “Barbudo”, hoy Viernes 23 de Noviembre era la segunda vez que intentaba arreglar mediante un Juicio abreviado la acusación de haber violado a una niña de 14 y a un niño de 15. Estaba el preacuerdo de nueve años de prisión (el rango por los delitos es de ocho a veinte) con la contra de la querellante defensora de violencia de género Liliana Ramos quien consideraba que la pena era vulnerar los derechos de los niños victimas de esa violencia, además de no especificar de qué forma iba a reparar el acusado el daño psicológico que les causó. Su opinión no era vinculante pero terminó imponiéndose.
La Causa 58200/18 llegaba para sello y firma en la Sala I de Juicio a cargo de Edgardo Laurenci. Gonzalez venía con ocho meses y 16 días preso. Estaba su confesión, admitiendo en un acta ser culpable de lo que se describía “abuso sexual con acceso carnal agravado por la convivencia reiterados concebidos bajo una misma unidad de acción más abuso sexual con acceso carnal agravado por la convivencia en concurso real”. Era un choclo de perversiones. En la Sala la Fiscal se opuso a ratificar el acuerdo. Chau, buenos días, buenas noches, todo a fojas cero, que pase el que sigue. Tun tun, que vendría a ser la onomatopeya de los golpes que da un Juez, con su mallete, al terminar una sesión.
El expediente pasó a mesa distribuidora para debate corriente con un nuevo Juez por sorteo.