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ENTRAN ONCE PRESOS MÁS POR NUEVO HOMICIDIO ¿DÓNDE QUERÉIS QUE LOS PONGAMOS HERMANO?

ENTRAN ONCE PRESOS MÁS POR NUEVO HOMICIDIO ¿DÓNDE QUERÉIS QUE LOS PONGAMOS HERMANO?

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Todavía en pleno auge el furor del supuesto pánico desatado en Orán por la fuga de, según la prensa Salteña, “peligrosísimos homicidas” venía a verificarse un nuevo homicidio. Con otro medio millón de detenidos, ONCE PELIGROSÍSIMOS HOMICIDAS MÁS para que se escapen y siembren el terror en las calles. Te guste o no estas involucrado, primero porque venís a pensar que el pueblo (o determinadas zonas o barrios) están plagados de asesinos de raza que solo piensan en acabar con tu vida y segundo porque te convencen de lo que parece obvio: que los asesinos se dedican a asesinar, igual que los panaderos a hacer pan, o los equilibristas a equilibrar. Los homicidas no podemos dejar de ser homicidas. Nos despertamos todos los días viendo a quien darle muerte. Somos Jackos los destripadores de Londres, los petisos orejudos matando niños a fines del siglo XIX, los Robledos Puches buscando records de finados a la manera de los goles de Messi.

Todo repetido, como las fugas carcelarias. Peleas de patotas que cuando decanta la tierra aparece uno tirado con un puntazo, o con la cabeza partida, o atravesado de un balazo. De chicos embrutecidos por el Paco, el porro y el alcohol, aburridos, orgullosos de la vagancia como forma de vida, que salen a la noche a divertirse y lo más divertido que saben hacer y los excita es cagarse a trompadas puntazos y piedrazos a ver quién es el más macho y terminan llorando de impotencia en la cárcel o en el velorio y todos acusan a todos y a la segunda declaración acusan al que les sopló la mina en el baile así se caga ese hijo de puta y la Justicia impotente levanta al barrer la mayor cantidad de contendientes posibles segura de que alguno de los que dice que no fue, fué.

Ninguno es un “peligroso homicida”, ni siquiera un “potencial homicida”, categoría, por otra parte, en la que cabe toda la humanidad, sino changos de barriadas pobres destinados a vidas de mierda, o tristemente cortas, librados a sus instintos por todo recurso.

ENCIMA EL HOMICIDIO ES EN EL BARRIO “LIBERTAD”

“…En medio del estrépito se oían dos voces que lanzaban tremendas maldiciones…”

Coppelius        Erns Hoffman

Semejante kilombo se armó el Sábado 14 allá en el límite norte de la cuidad donde se alargan los 200 Años en los asentamientos Libertad entre barras de changos desaforados borrachos y drogados, amén de prontuariados o “potenciales prontuariados” que dejó el saldo habitual de un muerto. Pudieron ser dos. Un segundo malherido se salvó. Y hubo casi una docena de detenidos entre mayores y menores.

La Policía llegó  a las tres de la mañana a la Sarapura y la Che Guevara donde reportaban una pelea multitudinaria, de esas típicas peleas de perros, que no los podes separar ni a patadas ni a baldazos de agua, que rompen todo y tienen mal pronóstico. En el lugar calma chica. La tormenta estaba llegando a la Independencia. Ahí un tipo corrido por una banda se zambullía al móvil que tenía que recular y pedir refuerzos bombardeado a piedrazos por el gentío. Ni la ambulancia podía acercarse. Solo con la Infantería pudo llegar a recoger al que estaba tirado a metros de Las Voces de Orán, con la cabeza ensangrentada, que sostenía otro vestido de Boca Juniors. Dijo que se llamaba Daniel y que su amigo Lucio había sido “patoteado”, señalando a varios que se desbandaban enloquecidos.

Lucio Segovia

Lucio era el “Tacashi” Lucio Ismael Segovia (24) ex convicto vecino de la zona que moría en hospital con la cabeza destrozada y dos puntazos en la espalda. Su amigo, el de Boca, era el “Piluco” Daniel Jorge Saravia (29), cuya última detención fue en el 2015 por violar su libertad condicional en una condena por robo, al que vieron atacaba a cuchillazos a otro cuando la policía se retiraba, y lo detuvieron. Decía que era uno de los atacantes de Lucio. Identificado como Facundo Segundo, también caía, en un ambiente de caldeado de justicia bruta que mejor salir lo más rápido posible. Un menor de 15 años con un tajo en la pierna era un tercero trasladado del campo de batalla. En la Guardia atendían otra víctima con un cuchillazo en la panza. Era Eliberto Osvaldo Andrés, su hermano, al llegar la patrulla con los demorados reconocía al de Boca, el “Piluco”, como el que lo había herido y con eso, posiblemente, desatado la guerra barrial. Con los primeros testimonios el GAP pasaba el rastrillo y detenía por la muerte de Segovia a once, entre ellos, a la Pepona Amezaga, a Mauro Pericón, a Daniel Sama, a Roberto Juarez y a su hermano herido Eliberto, víctima de tentativa de homicidio por Saravia y victimario presunto en el caso de Tacashi.

Piluco

 

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