Una fiebre inauguracionista obsesiona a los candidatos en campaña. Bustos estatuas y monumentos que visten plazas y paseos vindicando próceres o ciudadanos ilustres se lucen en sus actos con cuetes y proclamas publicitarias. El bronce brilla una vez limpio de cacas de paloma.
No es el caso de la placa y el busto en honor a Eduardo Patrón Costas plantado en medio de los asadores del parque de la familia al fondo del complejo. Se los chorearon.
Lisa y llanamente. Dejando devastada la imagen del hijo de Robustiano. ¿Quién fue el impío que redujo a unos ladrillos rotos su pedestal ecuménico?.
El descabezamiento pasó desapercibido. No quedó ni para una inaugurada de propaganda.