“-Alcahuetes son esos de los diarios, sabés- le decía, y la manoseaba…”
La calle de los caballos muertos Jorge Asis

En las religiones de libro que condensan antiguas mitologías orales que los padres tuvieran sexo con sus hijas no era una cosa como para tirarse al río Jordán. De hecho los amonitas y los moabitas tribus bíblicas de la mesopotamia nacieron del incesto, cuando las hijas emborracharon a su padre Lot y tras una orgía quedaron embarazadas. Miles de años después que un padre tenga trato sexual con sus hijas siendo estas niñas, púberes o adolescentes, es un delito que se castiga con larga reclusión. Y una aberración que no tiene nombre.

Coincidían el Lunes 25 en la Justicia dos hombres acusados de estas iniquidades. Uno, de los 200 Años, Abraham W A (37), era condenado a ocho años de prisión y costas por resultar culpable en juicio de abuso sexual gravemente ultrajante calificado por el vínculo consistente en meterle los dedos y masturbarse delante de su propia hija de 15 años. Llegaba machado y se ponía cargoso que ella no se lo podía sacar de encima ni pegandole patadas.

El otro, detenido en Colonia Santa Rosa, recién afrontaba los primeros pasos de un proceso penal luego de ser denunciado el Viernes 22 por la madre de su hija de 16 años que en una crisis de nervios le contó que él Diego S la venía abusando hacía rato. Dijo que a principios de mes le había pedido que vaya a limpiarle la pieza que alquila y ahí la agarró. Los papás están separados hace tres años.

De estos entuertos una cosa es segura. Que a las victimas les cagan la vida para siempre. Ya no salen pueblos semitas de los incestos.