“Curioso cómo, en los momentos de peligro, nos asalta un sincero amor a la naturaleza. Puedo decir, como un personaje de novela, que si salgo con vida de este lance no desearé otra cosa en mi existencia que sentarme a contemplar el almendro…”
La espada dormida   Manuel Peyrou

Si a los pueblos del mediterráneo antes de la era se los conoce por sus guerras, las del Peloponeso de los Atenienses contra los Espartanos, de Pericles contra Alcibíades, que murieron cerca de 23.000 hombres, las Médicas de los Persas aqueménidas contra los Griegos que iba a finiquitar Alejandro o las Púnicas entre Cartago y Roma con los elefantes de Anibal cruzando los Alpes amenazando pisarse a todos los tanos, es posible que dentro de algunos siglos Orán de la argentina sea recordada por sus guerras Bagayeras del siglo XXI.

Como todas las guerras anteriores hay etapas de fuego vivo y de brasas.
Tras una paz engañosa estos días uno de los disputantes, el estado nacional, lanzó un ultimátum simplificado de importación que reavivó el conflicto. Puso sus fuerzas en alerta máximo con camiones hidrantes y tropas regulares mientras los irregulares juntaron piedras y prepararon cócteles molotov.

En Aguas Blancas, un bastión Bagayero, cortaron la ruta y se aliaron con el bagayaje de la banda. El Miércoles tres de Abril todos los Medios hablaron de tensión en la frontera. Se relamían con el comienzo de las hostilidades y ser corresponsales de guerra. Por fin el kilombo es lo que vende y de eso viven las empresas periodísticas. Vivimos las empresas periodísticas.

Cuando a eso de las diez y media de la noche dos chicos fueron traídos en ambulancia a Orán, los dos con graves heridas de cuchillo, todos pensaron: se armó. Era lógico.
Se hablaba de don Luis, un vecino conocido que vive cerca de la municipalidad, y se chusmeaba que era una de la victimas.

La verdad que el hecho de sangre no tuvo nada que ver con los bagayeros ni con bestiales represiones ni con partes del frente de batalla, ni con don Luis, a no ser que fue en su casa de donde sacaron a uno de los apuñalados, un chico boliviano de entre 18 y 19 años que llegó código rojo a Orán con innumerables tajos en el pecho y en el costado de la panza donde le aparecían los intestinos a más de los brazos hechos tiras. La gente del hospital lo sacó y aunque sigue delicado el riesgo de vida es bajo.

Junto, llegó otro chico de 15 años con otras heridas feas en el cuello y la pierna. Eran del mismo beberaje. Se habían juntado a tomar con otros dos, uno quedó dormido y un tal Mario que detuvieron con la ropa totalmente ensangrentada habría sido el autor de la masacre. Estaban todos borrachos.

“Fue un amigo” nos dijo el más perjudicado, que hacía changas para el dueño de casa o de albañil. Es un chico de Santa Cruz golondrina que aparece por temporadas y no tiene familia en el país.
Por algo se han desconocido. Lo de siempre con el alcohol.
El terrible episodio no tenía relación con ningún enfrentamiento ni escaramuza de la guerra del Bagayo, en la que, por suerte, se firmó una tregua bilateral de treinta días.