“Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá!
Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor…”
Amor eterno Gustavo A Bécquer
Eran felices. Vivían la plenitud del amor como dos tortolitos. Asi debe ser. Todas las mañanas, durante el desayuno, era un repiqueteo de pestañas y mohines que terminaban en rubor. Salir el fin de semana tomados de la mano era una gloria de campanas y palomas blancas volando al cielo. Todo era risa. “Muero por tu bigote” se escuchaba en un susurro, “y yo por el tuyo” contestaba contest cont contes…??? el otro. ¿Cómo?.
Si. El amor no tiene fronteras ni cara ni sexo ni profesión. Sucede. Entre hombre y mujer o entre Policías, entre “masculinos” ponen ellos en los partes, entre camaradas, camaradas que se encaman, corajudos que le ponen la cola a la vida dispuestos a recibir los más duros embates, que miran con cariño los bastones antidisturbios, que les gusta que los esposen al respaldar y los encaren sin miedo, esos son mach mac ¿machos?.
A mi de chocolate y limón pedía uno en la heladería, a mi de limón y chocolate, reía el otro. A falta de perdices comían pollo pero si algo podía decirse del matrimonio de bigotudos azules era que eran felices. Vivían en un barrio de Orán, al norte, sin mayores datos. Nunca imaginaron que la distancia que separaba el edén del infierno fuera una notificación. Llegó en el momento menos esperado.
Era un traslado por razones de servicio. ¿Y las razones de amor? lloraba el damnificado, la victima, el ofendido, el consorte herido, el que se iba a quedar de naufrago en un mundo sin él. Se abrazaron intercambiando lugares comunes hay que ser fuerte, lo bueno dura poco, siempre seré tuyo. El próximo a partir tuvo un fallido terrible “nunca te olvidaré aunque pasen miles de anos” ¡DE ANOS! “de años perdón” “o sea yo me estoy muriendo de tristeza y vos pensando en otros culos” NO VOY A SOPORTARLO.
Con la ausencia una melancólica depresión embargó al suboficial abandonado. Qué operativo ni que las pelotas no voy un carajo, gritaba, y se volvía a la casa a recordar los buenos tiempos mirando la palta del fondo donde con su amor tomaban mate los días de franco. La historia es que estos días la chica que limpia lo encontró pataleando al pobre azulino colgado a medio acogotar del árbol y si no era por sus gritos y por los vecinos que cortaron la cuerda sucumbía nomas el atribulado. ¿Y su amor?. Allá andará, buscando anos, a a ánimos, ánimos, quisimos decir.