Es mejor no saber ciertas cosas. Se te viene el mundo abajo. Ayer nos enteramos que el bueno de “Cicerón”, aquel Cónsul de la república de Roma que allá por el cien antes de la era despotricaba contra las dictaduras NO SE LLAMABA CICERÓN, SE LLAMABA MARCO TULIO. No me jodas. Le decían Cicerón porque tenía la nariz como un garbanzo (cice: garbanzo). O sea era un apodo burlón el nombre que la Historia legó como sinónimo de orador magnífico, de abogado tremendo y de político incorruptible. Qué hacés narigueta. No puede ser.
A dos milenios los apodos siguen siendo el método rápido y fácil de reconocer y nombrar a una persona.
Desde el obvio “Pelao” a los de cabellos escasos hasta el polisémico “Leo Del Chispero”, tal como figura en su perfil del Face el Andrés Leonardo Cruz (21) alias “Pichu” para su barra de Estación, asesinado de dos puñaladas el 14 de Octubre del año pasado en una trifulca entre los del Paredón y los del Pepo, o los de la mesa giratoria, grupos que vindican distintos territorios dentro de la misma vecindad. Todos, como se presenta Cruz en las redes: 100 % negro cumbiero, villero y callejero, rasgos de tribu cuyo símbolo es la marihuana, su oficio la cerveza y su filosofía el fútbol o la pelea (que van de la mano). Dueños de un lenguaje de argot, una indumentaria de jugador pandillero con gorra más un orgulloso desprecio a toda autoridad, en especial a la Cana. Estos días se escuchaba por la radio una mamá declarando que el barrio está muy feo, que los chicos empiezan a drogarse a los siete años, y que había que hacer algo para que no sigan muriendo.
“Vistos de a uno, fuera de la masa de morochitos que fabrican los medios, eran todos hermosos en su furia, como Aquiles cuando en la muerte de su amigo ya no resiste y se entrega a la ira, cede al destino. Ah, la furia chorra de los pibes chorros…”
La virgen cabeza Gabriela Cabezón Cámara
Las batallas callejeras son una fiesta para los changos, lejos de rehuir el combate, todos quieren aportar su cuota de violencia y ahí se amontonan a los saltitos con los puños cerrados o con cuchillo, tirando piedras, compitiendo a ver quien es más malo para luego darse dique ante las minitas, para tener algo que contar en las ranchadas, en los días interminables de la vagancia. No prenderse es de puto cagón.
Así pasó la noche triste de la muerte del Pichu.
Pudieron ser dos los muertos. El primo de Cruz, Claudio Arauz (25), fue a parar a la terapia hospitalaria con varios tajos. Entre la oscuridad y el tumulto la Policía buscó esa noche a varios señalados del Paredón. Levantó diez. Seis mayores y cuatro menores. Sospechosos en la AP 148/17 de los delitos de homicidio y tentativa de homicidio agravado por el número de participantes y por actuar menores. El “Enzito” Espinoza (18) mostraba sangre en su cabeza diciendo que Pichu le pegó a él. El “Hippie” Illesca (20) protestaba comerse un garrón culpa de los pendejos. El “Bebe” Miguel Llama (21) venía torcido con su prontuario de robos calificados. Con la declaración del herido arrimaban a la Causa a los hermanos Canchi, el Gordo (22) y el Javito (20), también al hermano del famoso Malechor (purga pena por robo en el Penal) Cristian “Sucho” Rodriguez (20), surgiendo de testimonios el sospechoso número catorce que se había pirado al Chaco con una pierna rota en el combate. Era Rodrigo Nicolás “Chaqueñito” Palma (19) que traían, después liberaban y más tarde declaraban prófugo hasta que el pasado Jueves 4 de Octubre, con el expediente elevado a Juicio con seis imputados, se presentó y quedó agregado al lote. Con astucia gente de homicidios le hizo llegar una notificación a Rivadavia. Sonó. La Jueza María Laura Toledo de Sala II tiene a cargo el urticante y multitudinario asunto. Va a tener que agrandar la casa con tanto acusado. Se han hecho marchas, protestas frente a la Fiscalía de graves atentados, a favor de quienes su familia considera inocentes. Los que tuvieron más prensa porque la mamá, Marisa Ocampo, se movió tupido, son los Canchi. Con evasiones incluidas.
En las guerras de calle, de patotas, de “grupos antagónicos” como gusta llamar la Policía, de pandillas, de barras bravas, nadie gana. Todos pierden, unos más, unos menos.
Como decía CICERÓN, el narigudo, “preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras…”.