“Durante un tiempo, que le pareció interminable, sufrió la violencia de su abrazo…”
Las botellas y los hombres    Julio Ramón Ribeyro
El comportamiento humano es una caja de Pandora. De lo más sublime a lo más perverso. Es posible y cierto que un padre tome de mujer a la hija a la edad angelical de diez añitos hasta los veintiuno. Que la aproveche sexualmente durante todo ese tiempo y le provoque tres embarazos el primero a los trece. Es real que la hija haya tenido dos de los hijos para el padre y probado que perdió un tercero. Que lo haya denunciado con la mayoría de edad y que un ADN certificara la paternidad de los niños.

La historia fue conocida en un Juicio que se desarrolló en la Sala I. Vidal L de 44 años llegaba acusado de violación calificada por el vínculo y la convivencia en perjuicio de su hija, hoy de 23 años. Los hechos fueron en la Misión evangelista Bautista de Colonia Santa Rosa, una comunidad guaraní a tres kilómetros del pueblo. La pobreza, el entorno.

Una familia viviendo en una choza de nylón con una cucheta para que durmieran todos juntos. El padre agarrando a su hija cuando la madre se iba a cosechar tomate o cuando salía de compras o cuando se dormía si no era que se la llevaba a los plantíos a o buscar leña o a los yuyos de la orilla del canal para luego pegarle por celos por mirar “a tus machos”.

“Mi papá me trataba como si fuese mi marido” dijo la victima.

El hombre, un jornalero analfabeto, confesó ser el autor de la aberración y acordó pagarlo con quince años de prisión efectiva. Se ordenó su traslado a la cárcel. Informada de la sentencia le preguntaron a la hija si quería decir algo, no, musitó.