“Se entregó a la policía de los muñecos, sin decir nada, gacha la cabeza, muy colorada la nariz, a causa del vino, y apretando entre sus manos desgarradas un pequeño corazón de trapo…”
Dos muñecos pelearon furiosamente Raúl Gonzalez Tuñon

Somos esclavos de nuestras palabras. Un hecho de violencia que casualmente nos tocó presenciar en el portón de la guardia del San Vicente de Paul fue policial por lo que pasó y por lo que se dijo.

Excedió la pelea personal entre dos chicas cuando Seguridad llamó al 911 viendo que la cosa podía pasar a mayores. Fue el fin de semana.

Una había interceptado la moto donde la otra iba con un muchacho y le reclamaba fuera de sí que por culpa suya no podía sacar sus cosas de lo del “viejo” (??) ¡vamos las dos, la dos! gritaba la atacante mientras una femenina y un suboficial la querían llevar al móvil.

Después de errarle (aferrada como estaba de los dos brazos) un revoleo de patadón a la moto que salió a mil se escuchó “Te voy a cagar denunciando por robarle al viejo” dirigido a su odiada.

Al final se llevaron a la enloquecida en la patrulla. La explicación del escándalo vino de la gente a la vuelta. Según decían las chicas eran pareja y se fumaban un viejito de la Pueyrredón sacándole el sueldo, algo había pasado que se les pudrió el negocio y se culpaban. La oralidad encajaba.

Una de las contendientes tiene su historia como adicta y como sospechosa en dos homicidios.

No eran las nenas que se pelean a la salida del colegio. Ni muñecas. Ni muñecos.