“Lo descubrí en ese instante, que todo lo increíble es verdadero…”

La culpa es de los tlaxcaltecas   Elena Garro

El martes 28 de enero en un control nocturno de gendarmería en ruta 5 altura paraje Esteban Urizar surge una novedad que al otro día es título noticioso en todos los medios. Ven venir dos camionetas. Una se los lleva puestos y sigue. La otra pega una vuelta que deja en la oscuridad el eco de las gomas chirriando y el olor agrio y desagradable de los sobacos del conductor en pánico.

La encuentran metida en una zanja de alcantarilla de un camino alternativo con las puertas abiertas y cinco bultos con 199 ladrillos de cocaína compactada peso ciento noventa ocho kilos ochocientos nueve gramos. Es una amarock blanca. El misterio se radica en la órbita federal. Revisan cámaras.

Dos días más tarde el dueño del vehículo identificado como Héctor Novotka de Rosario de la frontera se presenta en la Policía de Urundel denunciando que se lo han robado y que lo han tenido secuestrado comiendo pan y fiambre en algún lugar desconocido. En Yuto le pusieron una bolsa de papel madera en la cabeza lo dejaron a pata y lo raptaron. Notan que luego de semejante odisea no tiene siquiera la barba crecida. El relato es bueno para Netflix.

La fiscal de Pichanal pasa las actuaciones a sus colegas federales y las primeras comprobaciones desbaratan la historia. Novotka es imputado por transporte de estupefacientes agravado con prisión preventiva. Se abstiene de declarar.

La treta para recuperar la amarock le salió muy mal.