“Si te visita el akero
más vale quedate mosca
algo te dejó al partir
UNA MONTAÑA DE BOSTA…”
(copla de autor anónimo)
Ser original, diferenciarse del común, tener un sello distintivo, un modo personal que todos digan: es ÉL y no puede ser ningún otro en el universo, ha sido la obsesión de innumerables criminales en la Historia. De criminales pero también de futbolistas, de escritores, de músicos, de científicos. Mamá quiero tener mi copyrigth. Los yeyunos humeantes emergiendo de las panzas abiertas a cuchillo de las prostitutas del Londres brumoso de la penúltima década del siglo XIX fue la marca de Jack el destripador. Otros dejaron en la escena del crimen, rosas, cartas, poesías o acertijos que retaban la inteligencia de los Sherlock Holmes actuantes. Ni que hablar de los empalamientos masivos por los traseros, práctica que hizo famoso al Rumano Conde Drácula o la rúbrica de modernos ladrones de Bancos Californianos que hacían desnudar a sus rehenes y rehenas para sacarles fotos porno. Cada loco con su tema.
Una tarjeta de visita ladronil de honda raigambre europea era defecar las casas saqueadas. Te cagaban, literalmente, y te cagaban en forma figurativa, con el afano. Vos llegabas a tu casa y si antes de entrar olías hediondo llamabas a la Policía. Era un ritual supersticioso en Alemania y Austria que si movías el vientre en el teatro de tu choreo no te agarraba la Cana. Quedate tranquilo le dejé un kilo de bosta en la antesala, hubieras visto, había comido guiso de porotos, parecía que estaba en la cancha, parecía, meta petardo y bengala. Es extraordinario que en Orán haya surgido un émulo de aquellos viejos cagadores.
Fue detenido en estos días un chango de Caballito cuya marca de la casa eran los terribles tigres que te dejaba de regalo luego de pelarte el domicilio. Difícilmente haya leído el estudio del profesor Albert Friedman “Los rituales escatológicos de los ladrones de casas” un libro publicado en 1968. Estamos ante un intuitivo, un creativo solitario, un autodidacta, que se bajaba los lompas y agachándose, achinaba los ojos, fruncía la boca, para evacuar una deposición letal que te anticipaban el zumbido de las moscas verdes y el tufo nauseabundo de quien, podía presuponer cualquiera, se alimentaba de muertos. Estudian en Fiscalía aplicarle la figura de robo calificado por el uso de excrementos. La caca es su identidad criminal.