Todos somos criminólogos de oído.
Aficionados, a través de los libros y revistas primero, y del mundo pantállico hoy, a desentrañar misterios policíacos. Contrastando evidencia, recopilando rastros y testimonios en los teatros de los hechos y aplicando el método lógico deductivo para que coincidan los detalles en una historia posible. Jugamos al Criminal Case en el Facebook. El ejercicio nos ha enseñado a desconfiar. A saber que detrás de un LAMENTABLE ACCIDENTE puede esconderse un HORRENDO CRIMEN.

“No tengo más remedio. Que el diablo me lleve; pero un condenado asesinato necesita un condenado asesino… Y un asesino debe ser detenido le interrumpió Aymerich. Sí; lo comprendo, por supuesto. Por eso me pregunto qué espera usted para ordenar una batida por los alrededores. Tal vez esté todavía en el pueblo… El comisario Montroy logró lo que podría llamarse una sonrisa sintética. ¿Y por qué no en esta casa, coronel?… replicó, ponzoñoso…”
Crimen en familia             Ameltax Mayfer

La muerte de Rosana Maria Romina Aguero (26) ocurrida el 17 de Diciembre del 2017 en el baño de la pieza de alquiler que ocupaba con su novio ecuatoriano y su hijito de una relación anterior, en el barrio San Cayetano de Pichanal, parecía, en un principio, un “lamentable accidente”.

Con Jair André Farro Rodriguez (24), un chango nacido en la populosa ciudad de Santiago de Guayaquil sobre la costa del Pacífico, inmigrante de meses en la argentina, se había juntado hacía tres. Vendía muebles de los colombianos. No había ni denuncias ni chismes de malos tratos. Esa mañana , dijo Farro, escuchó un ruido fuerte en el baño y la encontró convulsivando. Se lo comunicó a los dos obreros que estaban trabajando en el inquilinato, llamó a la hermana y a la madre de Rosana para avisarle que estaba mal, que no respiraba.
Al llegar la ambulancia un enfermero entró a sacarla ya agonizante y, a simple vista, con variados golpes en el cuerpo. ¿Una crisis epiléptica?.

Preventivamente el extranjero fue demorado. La autopsia daría un vuelco a su suerte. Marta Gomez la médica del CIF anotaba numerosas lesiones contusas, varias de ellas localizadas entre la parte posterior de la oreja y la nuca con impacto una sobre otra durante más de una semana hasta una hemorragia intracraneal insalvable. Completaba una fisura de base de cráneo de origen traumático y LA CONSTATACIÓN QUE ROMINA NO PADECÍA TRASTORNOS CONVULSIVOS.

En el expediente 57794/18 el caso viraba de accidente a homicidio agravado por el vínculo y la convivencia y por ser cometido por un hombre en contra de una mujer (género).

La pericia era una prueba inapelable. Si a Aguero la habían matado a golpes solo podía ser el tipo que vivía con ella. No había nadie más. Él no declaró. Los obreros lo vieron salir de la pieza en boxer, como recién despierto, luego de escuchar el ruido en el baño y los ruidos que siguieron después y lo describieron desesperado pidiendo que llamaran a una ambulancia. Si algo faltaba para comprometerlo se le certificaban unas lesiones en los brazos y el cuello probables signos de pelea y a la victima escoriaciones compatibles con una defensa. CASO CERRADO.

A los once meses y once días el ecuatoriano llegó a Juicio con el resultado puesto de fábrica. El Lunes 3 de Diciembre terminó con una condena a perpetua por femicidio. Fue en la Sala I a cargo de Edgardo Laurenci, con Claudia Carreras como fiscal, el abogado Santiago Savoy de querellante, y del otro lado del estrado, la defensora oficial Paola Linares.

El reo pidió hablar antes de los alegatos. Contó su versión. Dijo que esa noche del Sábado, comieron, se bañaron y vieron una peli acostados en el celular. Dijo que al escuchar un golpe muy fuerte fue a auxiliarla en el baño, que trató de alzarla, “que todo su cuerpo se movía”, que era pesada, que salió a pedir ayuda no sabía que le estaba pasando, que fue al cuarto, tomó su celular e hizo las llamadas a las parientes, no sabía que hacer, entraba y salía del baño, “Romina cerró fuerte la boca y le salió espuma”, dijo que estaba en ropa interior, que cuando salió con el bebé para ir al hospital, una vez que la llevaron, lo agarró la Policía. “No he hecho nada, no sé por qué estoy aquí, yo ayudé a Romina” concluyó. No quiso responder preguntas.

Nada se dijo en el Juicio sobre la bolsa con sustancia pulverulenta secuestrada sobre una estante de la pieza (supuestamente cocaína), no había narcotest, es decir confirmación que fuera droga, y de qué manera se la podría vincular al hecho, tampoco por qué la victima si era permanente golpeada en la cabeza no se lo dijo a nadie, no pidió ayuda. En fin, en los asesinatos siempre quedan interrogantes. El autor no quiere revelarlos y la victima, pobre, no puede.