“…¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?…”
La última curda Cátulo Castillo
Francisco Sebastián “Sebita” Guanca tenía 33 años cuando lo mataron de un puntazo en la pierna hace nueve meses, en Septiembre, sobre la calle Pueyrredón pasando la Juana Azurduy en los asentamientos que se conocen como Villa Bombilla en los límites al sur de la ciudad.
Era un muchacho flaquito, un pipero devastado por la droga y el alcohol, padre inconstante de tres hijos juntado con otra drogadicta desinteresados de cualquier futuro que no fuera la cárcel o la muerte destinos previstos de esa elección. Pertenecía a una familia de Salta cuyo papá migró a Orán con su mujer y sus tres hijos para trabajar en la venta de repuestos de autos. Él era el mimado paterno al que afectó mucho su muerte, quizá la causa primera de su derrumbe.
Su mamá, Lilian, una luchadora, nos contó su lucha titánica de buscarlo cada noche y llevarlo de las esquinas del paco a chancletazos de vuelta a la casa hasta que se enfermó y no tuvo más fuerzas. Lo ganó la calle y desapareció tres años donde estuvo preso, sobrevivió a varios accidentes conservando esa capacidad de práctico en electricidad, albañilería o mecánica de motos. Decían, además, que oficiaba de vendedor de pasta y motochorro de ocasión.
Cada vez más lejos de una redención, más metido hasta el cuello, más marginado. Tocando fondo. Borracho y drogado ese chico querido por todos en la adolescencia se volvía malo.
La noche trágica un vecino convicto el “Pilín” Marco Antonio Vera (33), bagayero, lo peleó. Lo acusaba que tenía puestas las zapatillas robadas a su mujer. Estaba podrido de los piperos y su pillaje juntados de cuidadores en el predio de un dealer del Mitre.
Con carátula de homicidio simple la causa radicada en la Sala I del tribunal de Juicio está a cargo del Juez Laurenci que ordenó tramiten la fecha para el debate. Todavía no está clara la modalidad, si por videoconferencia, si presencial, con público limitado por el distanciamiento, lo cierto que integrará la temporada de juicios iniciados la semana pasada con la flexibilización de la cuarentena. El de Sebita era el final cantado de la droga, más tarde o más temprano.