“Si esto sigue así tendremos que comer tierra, se dijo, cuando por la puerta vio el sol detrás del monte que iluminaba un cielo implacable, sin una nube…”
Como si estuvieras jugando Juan José Hernandez
Los asentamientos Nueva Esperanza son una franja de caseríos que ocupan el fondo sureste de la ciudad de Colonia Santa Rosa. No se puede decir que le hagan honor al nombre. Antes de ser la imagen de una esperanza lo son de un fracaso social. Es una orilla peligrosa, una villa signada por la pobreza, donde, quizá consecuentemente, mandan la droga y la violencia. Lo dicen los propios familiares del “Gordo” o “Davicho” Roberto David Altamirano, un vecino de 22 años, apuñalado dos veces en la espalda por una acusación, jura que falsa, del robo de una moto. En el sector hay mucho delincuente y enseguida lo señalan Meca de aguantaderos.
El Viernes 5 de Octubre Altamirano había vuelto de las fincas, estaba tomando, cuando se le aparecieron unos pesados del Centro a reclamarle. Les dijo que estaban confundidos, que no tenía el vehículo, hubo un conato de camorra y piñas. Al rato volvieron, empecinados. Levantaron a la victima de la cama y lo corrieron con un filo bajo la amenaza o nos das la moto o te cagamos matando. Sintió los estiletazos.
El Sábado al mediodía ingresaba derecho al quirófano en el San Vicente de Paul con la urgencia de los intestinos perforados. Tuvieron que colocarle un doble drenaje.
Dicen los suyos en una denuncia que asentaron el domingo que el responsable del ataque es un convicto de barrio Los Pinos reciente egresado del Penal. Lo conocen porque va a comprar droga a los asentamientos. Se trata de Federico Gustavo Coro Reyes (32) de Los Pinos y un compinche, el “Perezoso” o “Tierno” Julio Sandoval (24) con el que robó una casa de computación de calle Manero al 500 en el 2014. Dicen que los metieron presos y los largaron por no haber denuncia, la Fiscalía local, ahora que la tiene, deberá expedirse. Esperan el informe médico que defina la carátula.
Sobre la moto en disputa recogimos dos versiones. Los familiares de la victima aseguran que el Sábado la encontraron en otra casa de los asentamientos, o sea que los agresores se equivocaron de persona. En fuentes policiales hablan de una pelea entre “gatos”. Sea como fuere el episodio retrata lo duro que es vivir en las márgenes orilleras que se espejan en todas las localidades del departamento. Por suerte la esperanza (¿Nueva Esperanza?) es lo último que se pierde.