En Orán el terror no tiene horario. En las películas del género todo suele pasar de noche, territorio brumoso, cloacal, de sombras, de ruidos extraños, de vampiros, de monstruos de Jackes los destripadores. Para el ocho de Marzo cuando el coronavirus todavía sonaba a cuento chino una familia Oranense sufrió un terrorífico asalto a la hora simpática de la siesta no prevista en los guiones cinematográficos.

Frente a la escuela república de Turquía en las 238 viviendas de la salida tres gorilas con pasamontañas guantes borceguíes camisas Grafa marrones pistolón escopeta y cuchillo entraban con estruendo a lo de una empleada de una agencia de autos y una finca aclarando a culatazos “no somos asesinos no somos violadores nos mandaron a HACER UN TRABAJO”. Ni la dueña de casa ni su madre de 67 años ni sus hijos de 7 y 13 dijeron ah bueno nos quedamos tranquilos. Más cuando el flaco con olor a alcohol que tenía el arma larga los apuntó jurando hacerlos boleta si no entregaban la plata.

Sabían de un dinero de sus patrones que la empleada tenía para depositar en el Banco. Tras destrozar a patadas el mobiliario se fueron con cuatro celulares, dos plasma, una tablet, y cerca de cuatrocentos mil pesos en cheques y efectivo de una media metida en una mochila donde la mujer guardaba la plata para depositar. En estado de shock y pánico las victimas terminaron con atención médica y psicológica en el hospital.

La investigación policial se centró en hallar la Ranger blanca captada por varias cámaras de seguridad en la que se manejaban los asaltantes. Sobresalían dos detalles, una abolladura en la puerta y que tuviera puesta atrás la goma de auxilio. Dos días después el vehículo aparecía como abandonado frente a la plaza del barrio 20 de Febrero. Los pesquisas aguardaron. El once dos tipos llegaron en moto, uno se subió arrancó y a media cuadra estaba rodeado de policías.

Era el albañil Manuel Sergio Martearena (26) del San Expedito que dijo haber sido mandado por el patrón de la obra a buscarla. Su cuñado y vecino Eriberto Lopez (38) también era detenido. A los dos los acusaban de robo calificado por arma en poblado y banda. Ahora bien. Su patrón era un tal Victor Verugo. Por otro lado el titular de la camioneta Antonio Maximiliano O´Higgins (26) era un drogadicto con múltiples antecedentes al que se había tragado la tierra. Allanaron a todos y solo hallaron unas camisas de trabajo que son más comunes que los calzoncillos floreados.

El seis de Abril detuvieron a O’Higgins. Dijo que aquel día se quedó dormido de borracho y drogado tirado en barrio Mitre y se despertó a las cuatro, dando a entender que durante el sueño podían haberle robado la Ranger para el atraco. Los parientes de los obreros del San Expedito protestaban en tribunales por su detención de perejiles absolutos.

Ellos no fueron los únicos. De pronto la victima encontró un documento (que se les pasó a criminalistica) y detuvieron a su titular, un tal Fernandez de una comunidad evangélica, al que liberaron luego de dos meses preso presentando videos fotos y testimonios de un cónclave religioso, una especie de retiro espiritual al que asistió el día del hecho.

Los albañiles también salieron. El abogado Roberto Ortega defensor de O´Higgins repara que su fisonomía no concuerda con la descripción de los ladrones. Podría ser el que esperaba en el vehículo, estima la Fiscalía. La novela negra pertenece a la AP 55/20. Del botín nada fue recuperado.