“Pudo el espanto contra mí…”
Ser polvo Santiago Dabove
La asociación Oranense amigos del rinoceronte tiene contados adherentes. A las reuniones del ateneo barrial amigos del Covid no asiste nadie. En relación al centro cultural amigos del motochorro salvo alguna que otra madre apañadora la concurrencia tiende a cero. Toparte cara a cara con un rinoceronte es difícil. Que te pille el coronavirus no tanto. Ahora, caer bajo las garras de un motochorro, es desgraciadamente común.
El Jueves pasado un chango de 19 años andaba en la moto con la tía vendiendo Bingos. Pararon en barrio Kirchner. La mujer bajó a entregar un cartón. En un segundo su sobrino tenía dos motochorros encima. El de atrás sacaba una pistola y se la ponía en la panza.
Anulaba la más mínima reacción con un cuetazo al piso, al barro, salpicando su pié. Se llevaban su Samsung de doble chip. Investiga la comisaría de aeroparque. La victima tuvo suerte: sobrevivió. Contra un rinoceronte, el coronavirus o un motochorro, nunca se sabe.