“La tierra se hizo dura y esquiva…”
Muerte de un hermano Haroldo Conti
José Eduardo Galarza o “José Gala” como le decían en el barrio tenía 26 años. Era el segundo de los seis hermanos que conformaban la familia de Analía Navarro y Hugo Galarza. Jornaleaba en las fincas o cuchareaba de albañil en las obras para darle algún gusto a su hijito Ian de dos años.
Era habitual que lo buscara de la casa de su ex mujercita para llevarlo a la plaza. Lo pintan tímido pero risueño. El Domingo pasado lo mataron cerca de las diez de la mañana en el jardín de la escuela 9 de Julio donde se juntaba a tomar. Su gente asegura que no se drogaba.
Al asesino lo describen como un opuesto. Canero, pendenciero, tóxico, siempre con el machete en la mano, las puertas se cerraban a su paso. El día del crimen salió de su abuela a media cuadra de la juntada. Estaba José con una amiga, con un tal chaqueño y un chico discapacitado.
El “Torta” Franco Vasquez (22) se unió. Fue para kilombo. Había macheteado a un hermano de José y de los reproches saltó la bronca. Respondió a un palazo con su machete hundiendolo en el flanco izquierdo de su rival. Con la muerte del Gala empezó otra historia. La de su familia rogando le entregaran el cuerpo para velarlo.
Tenían que hacerle la prueba de Covid como indica el protocolo de la pandemia. El resultado fue positivo. Se conoció ayer. Era un asintomático. El certificado de defunción dice que su muerte se produjo por herida de arma blanca. No figura ningún Covid. Igual les dijeron que solo dos familiares directos podían presenciar su entierro con prohibición de velorio.
Ni cuatro horas con todas las medidas sanitarias que alistaron en la casa. Las brasas del dolor y la bronca están al rojo vivo. Son una familia pobre no son Maradona pero tienen los mismos derechos. O deberían tenerlos. Gala no murió de coronavirus, lo asesinaron.