“En total serán nada más que cuarenta y tres victimas…”
La tortura de la esperanza    Auguste Villiers De L´isle Adam
Orán y Salvador Mazza se parecen. Pueblos rezagados de frontera signados de siempre por el intercambio comercial y el contrabando sumado al fenómeno del narcotráfico que fue tomando auge desde los setenta del siglo pasado cuando se endureció la prohibición y represión a ciertas drogas, en especial la cocaína.

Con esa changa muchos salieron de pobres trabajando para peces gordos sea pasando cargamentos sea empleandose de sicarios o matones para lo que guste mandar mister. Para ejercer la violencia con sangre fría alcanza. Una fauna siniestra de convictos en camionetas cero kilómetro con pistola en la guantera floreció. Gente sin nada que perder.

Entre los apellidos de la historia negra del crimen organizado de Pocitos (y del noreste salteño) se resaltará con negrita el de Serrano, el de Victor Hugo Serrano (24) apodado “Brasil” pero de nacionalidad boliviano.

La noche del 17 de Octubre mató a tiros al ex convicto el “Chupe” Rubén Vedia (42) que salía con su hijo adolescente en su auto de falso remisero de los asentamientos Evita al costado de las vías.

Disfrazado de motosicario con el casco de máscara le descargó siete tiros. Iba con un menor de 17 años de cómplice. El “Chupe” había mejicaneado a un narco extranjero que ordenó y pagó la ejecución.

Un mes largo después, el 30 de noviembre, aparecía muerta de un disparo en la cara María Liz Elizabeth Flores, un chica bagayera de 15 años, ex novia de Brasil. En una zanja del barrio Justo Juez otra vez cerca de las vías. Brasil le había dicho que si lo dejaba la iba a matar.

La cronología sigue el 8 de Diciembre fecha de su detención. En cuarenta y tantos días sumó un homicidio calificado y un femicidio, delitos, ambos, que se penan con perpetua. Es uno de los asesinos desalmados hijos del narcotráfico iguales en Orán, en Salvador Mazza, en Ciudad Juarez o en Tijuana.