“-Este pueblo es como una gran vagina esperando ser poseída…”
Tony Montana Scarface
Infinidad de películas recrean el fenómeno del narcotraficante hacedor de un imperio millonario con la droga. Siempre termina o acribillado a balazos o cien años en la cárcel, desde Scarface de Brian de Palma, Gánster americano de Ridley Scott o la versión coreana el Rey de la droga de Min-ho Woo, sin olvidar la zaga interminable de Pablo Escobar entronizado como el trompa del mal sudamericano.
Las tramas perfectamente podrían estar ambientadas en Orán. Hemos sido galardonados con el patrón del mal celeste y blanco en el Juansuti Aguilera con el rey del crimen por encargo en el Coya Rojas o por la astucia obstétrica del Polo Flores ascendido a narco usando no compartimientos secretos en las carrocerías de los autos sino panzas de mujeres embarazadas.
Igual que en los filmes vienen de abajo y mueren en la suya con una insistencia suicida que podría interpretarse al fango no vuelvo más. El dinero y el poder como adicción y como profesión. El tipo tiene los contactos, los clientes, las rutas, los punteros, las postas, donde almacenar y sobre todo la confianza de peces gordos que lo han metido en el negocio. Entonces, preso, herido, interferido, con las manos esposadas atrás, enfermo, agacha la cabeza y encara. Ciego.
Soñando en los buenos tiempos de las mesas llenas de plata de los cargamentos puestos en destino. El Coya Rojas se hizo más peligroso estando preso. Le tenían pinchado hasta el Nokia del picolero que le había vendido uno de frutilla cuando tenía 20 años y seguía organizando viajes con el teléfono pegado en la oreja.
Lo del Policarpio Polo Flores es increíble. En Abril del año pasado allanaron la unidad carcelaria de Orán por las escuchas con su pareja Gisela Diego que mandaba pasta base y marihuana a Salta mediante correos mujeres que decían iban al médico.
En Octubre de este año los de narcocriminalidad y no sé cuanto lo volvieron a grabar dando órdenes para una operatoria que no había disminuido sino que, al parecer, se había ampliado mandando chicas con bombo al bombo. De merquero barrial de poca monta a expendedor interprovincial. Encarcelado y por teléfono. No me llames más a este número, puede no ser seguro.